Es el título de una novela,
recientemente publicada por su autor, José Luis Rincón. No
es la primera vez que José Luis escribe una novela; sí, la
primera que le publican, ya que es un autor de 17 relatos y
otras dos novelas, éstas sin publicar. Se siente amante de
la Literatura, y entre sus autores preferidos se encuentra
Alberto Vázquez Figueroa, aunque se siente identificado por
otros varios autores. Ésta, “Entre dos amores”, que tiene
como escenario nuestra ciudad, que confiesa que la adora con
pasión; piensa que no será la última, ya que se encuentra en
plenitud de condiciones para continuar con su vena
literaria.
José Luis, pese a quedar ciego hace cinco años, como
consecuencia de una enfermedad traicionera, con la ayuda de
su esposa e hijos realiza productos literarios, que de forma
avasalladora promete que detrás de “Entre dos amores”,
siempre que la situación económica se lo permita, aparecerán
otras publicaciones.
La síntesis de “Entre dos amores” es la siguiente: “Andrés,
tras recibir un paquete postal descubre una gran sorpresa:
tenía un familiar al que no conocía… Emotiva historia, llena
de sentimientos, donde podremos descubrir lo peor y lo mejor
del amor. Todo ello en un magnífico escenario: Ceuta.
Recorreremos sus calles, comprobaremos su gran patrimonio
cultural y conoceremos algunos lugares y personajes
emblemáticos de la ciudad, todos de la mano de sus
protagonistas, a los cuales, sus historias personales, les
separarán por casi cincuenta años, pero que ambos viven con
la misma intensidad.
Pero la historia de José Luis –no la refleja en su novela-
está muy ligada a su colegio el “Convoy de la Victoria”, del
que se siente muy honrado de haber pertenecido a él, junto a
sus hermanos Manolo y Pepe.
En nuestro libro “Un antes y un después”, que nada tiene que
ver con su novela-, recuerda gratamente su paso por el
colegio, emblemático en su época, desde su ingreso en 1977,
hasta su despedida a principios del 85. Así comienza su
relato: “Yo, toda mi escolarización la hice en el Convoy y
vivíamos en el Poblado de Sanidad, y por problemas de
estudios no llegué a conseguir el Graduado Escolar.
Tuve unos maestros magníficos y extraordinarios compañeros:
José Antonio Amieva, Antoñita Dale, Loli Escalante, Tomás
Estévez, Motse García, Ana Isabel León, Ana María Miguel,
Yamila Mohamed, Ángeles Téllez…
Y, en el capítulo de profesores, D. Miguel Calderón, Dª
Pepita Pérez, D. Francisco Núñez, D. Gregorio Basurco,
Andrés Gómez, la Sra Directora Dª Ángeles Hernández…
Con D. Gregorio me quedo por su gran profesionalidad. Muy
preocupado por nuestros progresos, fomentando el Deporte
entre sus alumnos –futbito-. Yo formé en el equipo
denominado “Isnasa” y conseguimos aquel curso la Liga.
Con D. Andrés recuerdo una anécdota muy emocionante: “Me
llamó a su clase para que yo escuchara ‘El himno de la
Legión’ que en aquella tarde se oía ‘allí en lo lejos’. El
profesor mandó silencio y me dijo: “A que te hierve la
sangre’.” No supe contestar, pero me emocioné mucho. Él
sabía de mis raíces legionarias, ya que mi padre pertenecía
a ese glorioso cuerpo. Además, yo daba la nota porque
siempre en el Colegio, cuando llegaba el tiempo del
Carnaval, yo solía disfrazarme de “legionario”. Naturalmente
que daba la nota, y siempre me llevaba el primer premio”.
Finalizada su escolaridad, no supe yo nada de él, sólo lo
que yo me imaginaba: cuando cumpla la edad reglamentada se
alistaría en la Legión. Pero sólo era una suposición.
Transcurridos varios años, yo seguía sin saber nada de él.
Así que un mal día me llené de tristeza al verlo trabajando
en una obra, realizando duros trabajos, cercana a mi nuevo
centro de trabajo. El C.P “Maestro Juan Morejón”. ¿Qué había
podido sucederle para que nuestro reencuentro me llenara de
tristeza? Soltó las herramientas, el pico y la pala,
haciendo un alto en el trabajo y, con brevedad me contó lo
sucedido. “Quiero recordarle que el primer trabajo que
realicé fue el de “lazarillo” de mi padre, que al quedarse
ciego, tuve que abandonar el ejercito, y ponerse a vender
cupones de la ONCE. Así pasé el tiempo hasta conseguir
llegar a la edad para alistarme en lo que yo creía que era
la solución de mi vida. Yo sería, como así fue, un
legionario ejemplar, que llegué hasta conseguir los galones
de cabo. Todo parecía que iba a transcurrir como yo había
diseñado mi vida, pero no tuve suerte, ya que no pude seguir
en el Ejército porque contraje esa enfermedad traicionera
que tantos disgustos me ha proporcionado: la diabetes. Así
que no pude seguir alimentando mis sueños, causando baja en
el II Tercio de la Legión. ¡Una vida rota! Porque yo hubiese
sido un perfecto caballero legionario. Sólo permanecí cinco
años.
A continuación trabajé de cocinero durante cuatro años.
Seguí trabajando en obras, por un tiempo de siete años. Fue
un trabajo muy duro. ‘Y me llegó lo de agente de venta de
cupones de ONCE, con pérdida de visión de un ojo, como
consecuencia de mi diabetes.
Al menos, al bueno de José Luis le queda, después de tantas
desdichas, con la pérdida total de la visión, transmitir esa
ilusión de sus proyectos literarios, como la obra ya
publicada “Entre dos amores” y las que vendrán después.
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