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OPINIÓN - SÁBADO, 6 DE OCTUBRE DE 2012

 

OPINIÓN / EL ESQUINAZO

In memoriam de Nicolás Jiménez Chacón
 


Jesús Carretero
jesuscarretero@elpueblodeceuta.com

 

Era el mediodía del pasado miércoles, cuando hojeando El Pueblo de Ceuta vi una esquela que me impactó tremendamente: Nicolás Jiménez Chacón había fallecido.

Realmente no me lo podía creer, a pesar de que, desde hace tiempo yo sabía que su salud estaba delicada.

Lo he sentido de verdad, porque desde hace más de quince años tuve una buena relación con él, partiendo de las veces que fui a su clínica y de que era un profesional formidable.

Nunca olvidaré – entonces hacía yo un programa en la Cadena COPE, a las siete de la tarde -, que un día tuve que pasar por su consulta con un flemón que me había ocasionado una muela y que apenas me permitía hablar.

Le dije lo que había y con la profesionalidad que le caracterizaba me dijo:” no te preocupes que para las siete de la tarde estarás como nuevo”. Esto estaba sucediendo a las cinco de la tarde y a las siete, dos horas más tarde, yo estaba haciendo el programa.

Como no podía ser menos, comenté los avatares de aquellas tarde y las “buenas manos” de un profesional de lujo, porque así hay que considerar a Nicolás Jiménez Chacón, un auténtico señor, en el más amplio de los sentidos de esta palabra.

En muchas ocasiones hablé con él y en una ocasión, incluso, le entrevisté para El Pueblo de Ceuta y lo que más me sorprendió de las explicaciones que me daba sobre su profesión es que jamás había que hablar de lujos, ni de nada parecido, sino de salud bucal, algo que repetía una y otra vez. Así veía él su profesión.

Nadie lo puede dudar, vivía la profesión, no dejaba nada por “atar”, atendía todos los aspectos y trabajaba como un número uno, cosa que creo que era, o al menos a mí así me lo demostró decenas de veces.

Trabajo, seriedad y sencillez eran sus puntos básicos, la sencillez por encima de todo, desde todos los puntos de vista, desde su propia vida y desde sus orígenes.

Cientos de veces, cuando yo le comentaba algunos aspectos actuales sobre el instituto, él me repetía que su abuelo había sido conserje del propio instituto, y se alegraba de la labor que, en aquellos tiempos, cuando la vida de los institutos, como la de otras facetas de la vida, era dura, él se alegraba del trabajo que, en aquellos años, había hecho su abuelo.

Ahora mismo, mientras voy escribiendo estas líneas in memoriam sigo “viendo” a Nicolás Jiménez Chacón y voy recordando muchos de sus pasos, allí en su clínica, donde perdí el miedo que siempre había tenido a ir al dentista.

Y es que él me quitó ese miedo con su buen hacer, con sus formas de trabajar y con el sentido que tenía cuando el paciente estaba en su consulta.

Y ya que al no haberme enterado de su fallecimiento hasta muy tarde, no le pude dar ese adiós que tanto se merecía, he querido, con pena pero de todo corazón, dedicarle esta columna a una persona joven, que todavía tenía mucho por hacer, pero que la maldita muerte se lo ha llevado demasiado pronto, mucho más pronto de lo debido.

Desde aquí, desde estas páginas, pero más aún desde el fondo de mi corazón, te digo “descansa en paz, Nicolás, porque seremos muchos los que en repetidas ocasiones nos vamos a acordar de ti, tú y tu trabajo merecéis, al menos, ese recuerdo”. Nos ha dejado todo un señor, descansa en paz.
 

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