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OPINIÓN - JUEVES, 4 DE OCTUBRE DE 2012

 

OPINIÓN / EL OASIS

Desvergonzados
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Hace ya varios días escribí yo una columna en la cual explicaba cómo la corrupción era habitual en un centro de deportes local. Tan habitual como sorprendente fue para mí percatarme de que en ese lugar se practicaba el trinque a mansalva y sin miramiento alguno. En ese artículo exponía yo con pelos y señales cómo los trincones llegaron a convertir el centro deportivo en un patio de Monipodio. Y hasta se me ocurrió detallar minuciosamente de qué manera las personas corruptas se desenvolvían con total impunidad. Sabedoras de que los políticos harían la vista gorda, puesto que algunos de ellos participaban del festín.

Estaban los años ochenta en su último tramo, o sea, dando las boqueadas, cuando ocurrieron los hechos lamentables que a mí me dio por contar hace nada. Y hasta me permití ponerle nombre a la persona que estaba obligada, entonces, a cortar por lo sano aquel desmadre consistente en que no pocos se quedaran con lo ajeno. Porque sí.

La columna no tenía desperdicios. Pero creo que hizo muy bien quien debía en llamarme para pedirme que tuviera a bien cambiarla por otra. Que lo contado en ella era tan de verdad como bien podía herir la susceptibilidad de quien en aquellos momentos manejaba los hilos del tinglado deportivo. Y accedí a retirarla. Es más, decidí destruir la copia que quedaba en mi ordenador. Y ni siquiera sé si lo escrito está conservado bajo llave.

Ahora bien, tras enterarme el martes pasado de que Luis Ragel, asesor jurídico del Ayuntamiento y secretario del ICD, ha puesto su firma en el informe que legitima la chapuza hecha por Antonio García Gaona cambiando los estatutos de la FFC con el fin de hacer negocios a costa del organismo federativo, he decidido referir algo, así por encima, que espero no hiera susceptibilidad alguna (aunque antes me gustaría decirle al que ha sido ya calificado de abogado “especialista” en intervenir en asuntos de silencios administrativos, que hay ya ‘amigos’ suyos dispuestos a contar sus andanzas).

A lo que iba, hace años estando yo en el despacho de un viceconsejero de Turismo, presto a entrevistarle, sonó el teléfono. Quien llamaba era un personaje de la FFC. Y lo hacía para decirle al viceconsejero que no había podido atender a la llamada de éste, cuando se produjo, por no encontrarse en ese momento disponible.

Tras las respuestas de rigor, el viceconsejero de Turismo fue al grano. “Quiero que me traigas tanto dinero con el fin de cumplir con varios pagos que me son necesarios hacer cuanto antes”. Mi extrañeza, como pueden ustedes imaginar, carecía de límites. Y no sólo por la cantidad de la que se hablaba sino porque aquellas personas me estaban proporcionando el conocimiento de unos tejemanejes que me produjeron un desconcierto del cual intentó sacarme el propio viceconsejero. Poniéndome al cabo de unas operaciones que me hicieron alucinar. Quizá porque el viceconsejero, habiéndose descuidado en principio, trató de arreglar el desaguisado y lo único que consiguió es meter la pata aún más.

Aquella situación me hizo tomar nota de cómo eran las relaciones de la FFC, y más concretamente de García Gaona, con la Ciudad. La de una complicidad de lucro que no dejó de ir a más y que a ambas partes se les fue de las manos. Alguien que ha escrito en este medio, acerca del asunto, la ha tachado de desvergüenza absoluta. Y se ha quedado corto. Quien no se ha quedado corto ha sido Luis Ragel Cabezuelo
 

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