Mandar es difícil. Saber mandar es
más difícil todavía. Gobernar debe ser extremadamente
difícil. Y qué decir de hacerlo en los tiempos que corren.
Los políticos mandan mucho y suelen gobernar mal. De modo
que ambos factores unidos suelen causar innumerables
desgracias a los ciudadanos. Hasta el punto de que mucha
gente saca a relucir, a cada paso, el siguiente tópico: El
gobierno es demasiado grande e importante para ser dejado a
los políticos. Pero…
La desgracia de España, me dice persona muy preparada, es
haber tenido ocho años a José Luis Rodríguez Zapatero
como presidente. Y se queda tan pancha; una vez lanzado un
mensaje que más de la mitad de los españoles se ha grabado a
fuego en la sesera para usarlo como arma arrojadiza contra
quienes digan que Mariano Rajoy está dando pruebas
evidentes de ser un maula, cual presidente del Gobierno.
Maula. Adjetivo que yo oí, por primera vez en los años
cincuenta, en el Mario Emilio; nombre del campo de fútbol
del Béjar Industrial. Y que dedicaban los aficionados
salmantinos, a voz en cuello, a los jugadores que ellos
creían holgazanes, inútiles y que no cumplían con sus
obligaciones.
Maula, en su segunda acepción, puede ser usado así: a la
legua se le ve la medianía, se le ve en el gesto sonriente y
melifluo e hipocritón. Grandísimo maula, que nunca cumples
lo que prometes. En realidad, es lo que le viene ocurriendo
a Rajoy. Y que está haciendo posible que España vaya tan mal
como para que esté ahora mismo entre quedarse en cuidados
intensivos o pasar tres años siendo tratada en una planta
especial para enfermos tan debilitados que hasta respirar
les cuesta un mundo.
Federico Jiménez Losantos jamás calificó de maula a
Rajoy. Pero sí le dijo de todo menos bonito. Lo tachó de
mediocre y perdedor, le dijo zombi y maricomplejines, y lo
tildó de antropófago político y de tiranuelo… Tampoco
Luis María Anson y Pedro J. Ramírez se pararon en
barras a la hora de poner a Mariano de vuelta y media. Y lo
hicieron, claro que sí, porque estaban convencidos de que al
PP le hubiera ido mejor con Esperanza Aguirre. En
fin…, cosas de la política y sus intereses.
Todos los mencionados, figuras del periodismo nacional,
tuvieron que envainarse sus palabras y sus críticas,
repletas de malas tripas, cuando España votó a los
populares, mayoritariamente, deseando que esa confianza
otorgada al PP se convirtiera en la salida de una crisis que
ya estaba dejando heridos y muertos en el camino por mor del
hombre que tanto creía en esa estupidez, llamada Alianza de
Civilizaciones. Nombre del programa, adoptado por Naciones
Unidas, recogiendo una idea de Rodríguez Zapatero.
La confianza puesta en Rajoy, tardó nada y menos en
convertirse en agua de borrajas. Nada de lo prometido
durante la campaña electoral se está cumpliendo. Y, peor
aún, España parece un manicomio. Un hospital para enfermos
de la talla de Arturo Mas. Quien está jugando a
imitar a Luis Companys, por saber que él no irá a la
cárcel. A la cárcel han ido algunas de las personas que se
manifestaron el martes ante la fachada del Congreso. Porque
tienen la funesta manía de comer. Y, además, serán acusadas
de delitos contra la Nación. Entretanto, Mariano, nuestro
maula, defendía en la ONU la Alianza de Civilizaciones.
Rajoy aspira ya a ser, como mal menor, igual que ZP.
Gobernar es muy difícil.
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