Nadie entendió que Aróstegui arremetiera contra Carracao,
algo que era contradecir un pacto no escrito de ser críticos
desde la oposición al Gobierno pero no oposición contra
oposición. “Mujer contra mujer”, que cantaría Mecano. Y es
que Aróstegui, rompió esquemas el lunes: fue más del
Gobierno que de la oposición en la reforma tributaria.
En otras cuestiones, Mohamed Alí siempre se mantuvo en su
línea de otras ocasiones: alcanzar acuerdos con Marruecos,
por los beneficios mutuos que puede comportar. Y señaló, al
aludir en el punto de solicitar la presencia de Ceuta en las
reuniones de alto nivel, que parece que hay cierto complejo
en hablar de Marruecos. No era el caso, como se encargó de
clarificar Guillermo Martínez, quien al abordar el
Calendario Laboral de Fiestas, señaló que la
multiculturalidad de Ceuta no se refleja sólo en el
calendario, sino que es un día a día, y una fiesta “de
facto”, que todos respetamos e innecesaria de polemizar.
A veces, los políticos, como si no hubiera ya problemas,
suelen echar piedras en el camino y rizan el rizo, como
tratando de dar una vuelta de tuerca más a la situación que
ellos “se fabrican”: aquí, que sepamos, la ciudadanía no ha
planteado ningún debate multicultural ni festivo de ningún
tipo. Todo es una quimera de los políticos para sacar
rentabilidad o eso se creen ellos.
En unos momentos en los que los denominados “moscosos” han
desaparecido del mapa para los empleados públicos, marearnos
con quito una fiesta de aquí y la pongo por allí, es un
galimatías intolerable y una torpeza absoluta, que no viene
a cuento. El ciudadano, el currante (si es que tiene curro,
que ya es decir, en los tiempos que estamos), se aferra a
cuestiones menos prosaicas y va a lo práctico. Esos
artilugios de faena de aliño que diría un amigo mío, es
superfluo, mera floritura e inútil. No están los tiempos
para marear la perdiz.
La gente no piensa en fiesta; piensa en trabajo. El personal
no está por el jolgorio sino por el curro. Y para currar, lo
que han de hacer los políticos es ponerse las pilas, dejarse
de gaitas y ponerse a emprender ya el Plan de Empleo y dar
trabajo a la gente. No parece lo más prudente ni conveniente
debatir por nimiedades con la que está cayendo.
Sí, la multiculturalidad es una seña de identidad de este
pueblo. Ponerle coletilla, en forma de fiesta o matizar
numéricamente quien es más que el vecino, resulta una mera
anécdota en unos tiempos duros, en los que se habla de
economía de guerra y de múltiples carencias esenciales.
Seamos serios, por tanto, y vamos a lo que vamos: a afrontar
las cosas serias y a dejarnos de artilugios que sólo sirven
para polemizar como si se hablara del sexo de los ángeles.
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