Es un niño milagro”, repite una y otra vez el presidente de
la ONG ceutí Enfermos sin fronteras, Mohamed Mohamed Alí
Chergui, orgulloso de la cadena de solidaridad que ha
logrado que Musa, un pequeño de 12 años, salga adelante tras
un grave accidente. El chaval, pastor en la aldea de Tatala
Tagramt (la del “mercado del martes”), cerca del puerto de
Tánger-Med, es un “valiente” que mantiene en todo momento
una tierna sonrisa y que, a pesar del dolor que ha tenido
que experimentar después de sufrir gravísimas quemaduras por
electrocución, “no se ha quejado nunca, ni un momento”,
señala Isabel Maldonado, una trabajadora del Centro de
Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) que ha ejercido de
‘hada madrina’ del pequeño.
La triste y a la vez esperanzadora historia de Musa y de su
salvación por un grupo de solidarias personas en Ceuta
comenzó hace tres meses. El niño, que dejó el colegio, según
cuenta su madre, Himo, hace dos años, estaba pastoreando
unas cabras cuando ocurrió el accidente. “Su tío -relatan
los familiares a EL PUEBLO- pasó por allí y vio las cabras
sueltas, así que se extrañó y se puso a buscar a Musa”. El
pequeño se había subido a una torre de alta tensión, como
otras veces, ya que habitualmente no tenía electricidad,
afirma su prima Karima. Su tío le encontró “sostenido por la
electricidad, que pasaba por su cuerpecito, pero en el aire,
en medio, volando, ni siquiera agarrado a la torre”, relata
Alí-Chergui. Musa sufrió graves quemaduras y se tardó más de
una hora, dicen, en poder sacarle de la torreta.
Después de pasar 14 días en el hospital de Tetuán al niño le
dieron de alta: “A su madre le dijeron que no iban a estar
meses curándole, que tenía que llevárselo”, explica la
prima. El calvario del pequeño no había hecho más que
empezar. Sin saber qué hacer, su madre se acercó a una
farmacia y pidió algo para las quemaduras de su niño, que es
el anteúltimo de sus seis hijos, de entre 20 y 4 años. “Le
dieron una crema que le fue creando una costra de un
centímetro de espesor en el bracito y que se había puesto
verde”, cuenta Isabel Maldonado, a quien un compañero del
CETI que conocía a la familia de Musa le pidió que fuera a
verlo. Isabel, que es auxiliar de enfermería, se prestó de
forma altruista y, equipada con todo lo necesario para una
cura de quemaduras y a bordo de su pequeño vehículo
todoterreno, acudió en auxilio del niño.
“El pueblo está en un lugar casi inaccesible”, explica
Isabel, que pudo encontrar la casa de Musa gracias a la guía
de su acompañante. En Talata Tagramt sólo hay 25 o 26
vecinos y “cada vez son menos, algunos pueblos crecen, pero
en ese no quiere vivir nadie”, asegura otro familiar. La
vivienda de la familia es la última de la aldea, muy
humilde, no tiene agua corriente y de la luz disfrutan desde
hace poco, pero está “limpia como los chorros del oro”. “El
niño estaba bien cuidado por su madre, pero nadie le había
dicho cómo darle la crema ni que tenía que mantener la
asepsia ni nada; lo peor de las quemaduras es el riesgo de
infección, podría haber sufrido una sepsis”, relata la
mujer. “Si no hubiera sido por Isabel, el niño podría haber
muerto de una infección”, recalca el presidente de Enfermos
sin fronteras.
Isabel se encontró a un niño muy distinto del que es ahora,
“flaquito, con muy mal color y ojeroso”, tenía el brazo en
carne viva y quemaduras en la rodilla y un omóplato, los
puntos por los que la descarga de alta tensión salió de su
cuerpo. Enseguida vio que la herida del brazo “necesitaba un
cirujano”, pero Isabel tiró de toda su buena fe y
profesionalidad y comenzó las curas y los viajes, “un día sí
y otro no”, a Marruecos. Las primeras atenciones incluyeron
la vacunación del tétanos, y las necesarias dosis de
antibióticos y de calmantes, porque hasta entonces el crío
había soportado los dolores sin medicación.
Sin embargo, Isabel seguía preocupada, “le dije a la familia
que le sacaran el pasaporte, que me traía al niño yo para
Ceuta, a mi cargo, como fuera, pero no podía dejarle allí”.
Primero, el ángel de la guarda de Musa logró también que un
médico, hijo de un amigo suyo, el doctor Antonio Arana, se
acercara con ella a ver al pequeño y a orientarla sobre cómo
tratarle. También implicó a su amiga Kelia, que aunque es
trabajadora social de profesión no se dedica a ello pero ha
acompañado a Isabel en la ayuda al pequeño.
La cadena solidaria crecía, pero faltaba la ayuda
definitiva, el tratamiento médico adecuado, en un quirófano.
A Isabel le dijeron que había en Ceuta una ONG “que ayudaba
a muchas personas” y tras preguntar y preguntar, “buscando
por Hadú” localizó a los miembros de Enfermos sin fronteras
en su sede. Ellos son los que consiguieron a su vez la ayuda
del Ingesa, de su Hospital Universitario, institución a la
que no dejan de agradecer en todo momento esta acción
humanitaria.
En el hospital, un médico especializado, “un cirujano joven
que llegó hace poco”, se encargó de la cura del niño. “Lo
normal es que a los quemados se los lleven para Sevilla,
porque allí está la unidad especializada, pero no ha hecho
falta, porque este médico sabe mucho de esto”, cuenta Alí-Chergui.
Su compañero y secretario de la ONG, Utman Bersabé, reitera
con él su agradecimiento al hospital y a todos sus
profesionales que han hecho posible que el niño, que lleva
doce días hospitalizado y al que pronto darán el alta, se
recupere completamente.
Trabajo de la ONG
Alí-Chergui remarca además que su labor no se centra en
traer a personas enfermas de Marruecos, donde hay tantas
necesidades que eso generaría, relexiona, un “efecto
llamada”. “A la mayoría de los muchísimos casos que nos
llegan de allí les buscamos solución en Marruecos”, afirman.
Después, hay ocasiones en las que son conscientes de que han
de recaudar fondos o recabar ayuda específica para el
traslado de los enfermos no ya a Ceuta, “sino a veces a
hospitales de la península”. Sólo en casos excepcionales,
como el de Musa, se opta por pedir ayuda en la ciudad
autónoma. La excepcionalidad viene dada, en la situación que
se encontraron con este pequeño, en el hecho de que, como
demostró la escasa e ineficaz hospitalización en Tetuán del
menor, “allí, para los quemados no hay nada de nada”,
asevera Alí-Chergui.
“Además, es que yo casi les obligué”, agrega Isabel, quien
afirma que Enfermos sin fronteras le otorga el mérito
humanitario y ella cree que es de la asociación y del
hospital “porque tampoco son buenos tiempos”, reconoce. A
Isabel incluso los 10 euros de combustible que tiene que
repostar cada vez que va y viene al pueblo de Musa -donde
sigue llevando y trayendo a la madre cada día- le suponen un
esfuerzo económico, pero no obstante, sabía que no podía
“dejar al niño allí”, de modo que la aparición de Enfermos
sin fronteras fue para ella como una gran puerta abierta al
futuro del pequeño.
Durante la conversación, y cada vez que las miradas se
dirigen hacia él, Musa sonríe, sin entender las palabras de
quienes relatan y preguntan por su historia, pero
comprendiendo el lenguaje universal de la solidaridad
humana, el cariño y la generosidad de personas como todas
las que, de una u otra manera, forman parte de la cadena que
ha curado a este niño. Desde Abdelaziz, que pidió ayuda a
Isabel, a Alí-Chergui, pasando por el doctor Arana, Kelia y
los responsables y personal del Hospital Universitario...,
la cadena desinteresada de quienes no miran hacia otro lado
y se implican en la medida de sus posibilidades es la que,
junto a la fortaleza del niño, “que es muy bueno”, dicen
todos, es la que ha operado el “milagro”.
Ahora, una vez cerradas las heridas, Isabel se propone no
dejar de “amadrinar” a Musa, al igual que Enfermos sin
fronteras. Todos desean que el niño pueda volver al colegio,
“y sacarle del lugar en el que le ocurrió esto, que el pobre
puede pasarlo muy mal si vuelve allí”. Para su familia
cualquier ayuda es mucho, pues viven de trabajos que el
padre hace en el campo, como fabricar carbón vegetal o
recolectar trigo. Isabel les ha llevado juguetes e incluso
garrafas de 25 litros de agua, “al menos mientras yo vaya
por allí no tendrán que bajar a por ella, que está muy lejos
de casa”. Quizá con Musa se haga algo más que el milagro de
la cura y gracias a estas personas de bien tenga un futuro
mejor.
|