PortadaCorreoForoChatMultimediaServiciosBuscarCeuta



PORTADA DE HOY

Actualidad
Política
Sucesos
Economia
Sociedad
Cultura
Melilla

Opinión
Archivo
Especiales  

 

 

OPINIÓN - SÁBADO, 22 DE SEPTIEMBRE DE 2012

 

OPINIÓN / EL OASIS

Francisco Antonio González
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

En octubre de 2011, cuando faltaba un mes para que se celebraran las elecciones generales, coincidí en un restaurante con Francisco Márquez y Francisco Antonio González. Tras los saludos de rigor, le pregunté al segundo, de sopetón: ¿Paco, de verdad quieres ser delegado del Gobierno? “Sí”, me respondió.

Así que decidí seguir preguntando.

-¿Tú crees, pacoantonio, que tus deseos serán bien vistos por el presidente de la Ciudad?

Entonces, intervino Francisco Márquez:

-Quien lo tiene que ver bien es Mariano Rajoy.

La contestación del diputado, rotunda, aunque sin el menor atisbo de prepotencia, me hizo comprender que la cosa iba en serio. Que FM estaba dispuesto a hacer todo lo posible para que FG consiguiera uno de sus sueños en política: ser delegado del Gobierno de la tierra a la que llegó hace más de tres décadas. Y en la cual formó familia.

Conseguido el logro, es decir, tras ser nombrado delegado del Gobierno, la emoción y el entusiasmo contribuyeron a que González anduviera durante un tiempo pecando de nuevo. Nada extraño. Ya que uno no nace sabiendo y, por tanto, hasta el deseo de agradar ayuda a cometer errores de principiante.

En aquellos primeros días de entrevistas, tras la toma de posesión, reuniones y visitas a los distintos organismos y medios de la ciudad, el delegado del Gobierno hablaba sin tapujos y decía, con todas las mejores intenciones del mundo, lo que se le venía la boca. Lo cual no era lo más indicado. Y así lo denuncié yo varias veces. Debido a que personas hubo que me dijeron lo poco conveniente que era la forma de actuar que había elegido FAG. Voces autorizadas a las que había que prestarles la atención debida.

Mi respuesta fue siempre la misma: creo que le puede el entusiasmo. El entusiasmo desmedido que tiene por hacer las cosas bien. Por acabar con los problemas que tiene la ciudad, en muchos aspectos, y que él conoce la mar de bien. Aunque no es lo mismo denunciarlos, estando en la oposición, que atajarlos cuando se está en el cargo.

González, conviene decirlo, no se quejó en absoluto de mis críticas adversas; las que le indicaban que era necesario que se relajara y, desde luego, que no siguiera vendiendo la piel del oso antes de cazarlo. Tampoco, la verdad sea dicha, tuvo suerte en sus principios; en los que la ciudad se vio envuelta en hechos lamentables, que mejor no recordarlos.

Fue entonces, por esos días, que lo hallé en el velatorio de un amigo, y nos pusimos a charlar. Con tanta tranquilidad como claridad meridiana. A la charla se unió, muy pronto, Francisco Verdú Abellán: jefe de gabinete de la Delegación del Gobierno. A Verdú me lo habían celebrado muchas personas. Y así se lo dije a él. Mi primera impresión, tras el rato de conversación, fue muy buena. Enfrente tenía a un funcionario, curtido en puestos de la Administración general y local y que había sabido ganarse el respeto casi generalizado. Y pensé: con semejante asesor, el delegado del Gobierno irá a más y acabará por centrarse en su tarea. Creo que escribí algo al respecto.

Han pasado cinco meses de lo contado y el delegado del Gobierno viene dando pruebas palpables de buen hacer. Se ha tranquilizado. Y lo ha hecho, me consta, sin perder el entusiasmo. O sea.
 

Imprimir noticia 

Volver
 

 

Portada | Mapa del web | Redacción | Publicidad | Contacto