Y al coraje, porque enfrentarse
desarmado a un tipo pertrechado con un cuchillo es una
acción que muchos calificamos cómo “heroica” y otros cómo
“temeraria”. Doble valentía si se tiene en cuenta que el
agente herido no es un “chavalillo” recién salido de la
Academia y en pleno vigor físico de la juventud, sino un
policía maduro que se enfrentó y luego se enfrentaron sus
compañeros, a un individuo extremadamente violento y con
acciones propias de una persona en el clímax de la
agresividad y que está dispuesta a matar, porque quien
asesta una puñalada en el cuello que es una zona mortal de
necesidad, es con intención de causar la muerte y cuando se
apuñala en las costillas se van buscando órganos vitales.
Arrojo y riguroso sentido del deber que obligaron a la
víctima a intervenir para evitar que se cometiera un delito
y huevos para dar y para regalar entre quienes se adentraron
a detener al energúmeno dejando a su compañero apuñalado y
dispuestos a cumplir con su obligación profesional, aún con
riesgo de sus vidas, ya que el tipo iba armado y podía
saltar en cualquier momento sobre cualquiera de ellos y
rebanarles el pescuezo.
Toda la acción y cuantos participaron en ella merecen un
público reconocimiento que recoja el agradecimiento
ciudadano por el valor del que dieron muestra más que
sobrada. Actuaciones de este tipo son las que hacen que se
reafirme la confianza en nuestros Cuerpos y Fuerzas de
Seguridad del Estado ya que el agresor, de haber conseguido
sus turbios propósitos, hubiera provocado en todos los
ciudadanos una sensación subjetiva de gran inseguridad, que
es lo que se trata de evitar. Cuando la población se siente
insegura “se retira” de las calles y se las deja a los
delincuentes que es la tragedia de tantas calles de tantas
ciudades españolas, no así de Ceuta, donde se cortan de raíz
actuaciones delictivas y el criterio del Fiscal Jefe suele
ser muy acertado a la hora de perseguir ese tipo de actos.
Ahora bien, si la iniciativa de condecorar al herido con el
ingreso en la Orden del Mérito Policial con distintivo rojo
y a sus compañeros con distintivo blanco, prospera, que
seguro que prosperará porque el Jefe Mélida es muy defensor
y valedor de su gente, lo que sería de agradecer es que se
publicitara en condiciones, que se celebrara el acto con
pompa, boato y protocolo y que los ciudadanos que así lo
decidan, puedan acudir para presenciar “in situ” cómo se
condecora a sus héroes. La simple mención de las medallas en
un Boletín Oficial, no satisface a nadie, porque el acto
queda opacado por la formalidad de la letra impresa,
satisfacción para los galardonados, eso sí y para sus
familias, también, pero mucho más si se efectúa el
reconocimiento en un acto en condiciones, las esposas o
madres reciban ramos de flores y se le de ocasión al pueblo
de expresar en vivo y en directo su íntima gratitud por la
demostración palpable de que “podemos sentirnos” bien
protegidos en cualquier circunstancia, que aquí las calles
no son ni van a ser “territorio comanche” y que los Cuerpos
y Fuerzas de Seguridad del Estado son garantes absolutos y
constitucionalistas de uno de los derechos que consagra
nuestra Carta Magna: el derecho a la libertad.
Porque ¿Para qué queremos libertad si no tenemos seguridad?
La seguridad objetiva y la sensación subjetiva que en la
primera se fundamenta, de estar seguros, es requisito
indispensables para ser libres. Así la hazaña de los
policías que se esforzaron por detener a un tipo que iba con
intenciones claras de matar y no de lesionar: cuando se
quiere lesionar se punta a los brazos o al muslo, entra
plenamente dentro del apartado “defensa de los derechos y
libertades” y el agradecimiento es abrumador, colectivo y
merecedor de ser expresado de forma pública y notoria.
Porque se lo merecen, todos ellos, gratitud, reconocimiento
y respeto, por profesionales y por valientes. Gracias.
|