El marketing manda y las vallas
publicitarias del estadio de fútbol Alfonso Murube han de
ser para quienes constituyen el foco de atracción y la razón
misma de que los anunciantes contraten; el propio fútbol en
su calidad de evento y de espectáculo.
¿O es que acaso la Federación de Fútbol tiene “tiron” para
mover a una masa de espectadores y hacerles acudir allá
donde se desarrolla el espectáculo? En absoluto, el
espectáculo en sí mismo considerado es ver jugar al primer
equipo de la ciudad y toda la parafernalia que ello
conlleva: aficionados, hinchas, espectadores, un contingente
humano que es el destinatario de los anuncios que aparecen
en las vallas publicitarias. Repito, cuestión de puro
marketing y de rentabilizar el gasto y la inversión de
quienes contratan que, cómo es lógico, buscan el mayor
impacto publicitario posible ante el mayor número posible de
personas.
De ahí que cada actuación del primer equipo de la ciudad y
el público que es capaz de movilizar, sean el acicate para
las empresas anunciantes que quieren propagar su mensaje y
no precisamente ante el medio centenar de personas que
pueden acudir a un partido del Carmelitas, dicho sea con
todo respeto y sin ánimos de señalar y menos aún de
minusvalorar la labor de todos y cada uno de quienes se
dedican al deporte, sea en la disciplina que sea.
Y ya en el plano de la legitimidad por una parte y de la
conveniencia por otra, es legítimo que quienes son capaces
de hacer rentable la publicidad de las vallas y duplicar su
impacto y su mensaje, sean quienes “conviene”, desde la
perspectiva de dividendos para los empresarios que buscan
aparecer en esas vallas, que tengan la última palabra en lo
relativo a la publicidad en el estadio. De hecho, sin equipo
no acuden al Murube más que cuatro gatos (sin que se entere
el consejero Hakim) y el primer equipo es el polo de
atracción y lo que hace que la publicidad resulte rentable.
Habla la lógica.
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