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sociedad - JUEVES, 13 DE SEPTIEMBRE DE 2012


María habla con uno de los chicos de San Antonio. c.r..

reportajE
 

“Gracias”

María Roldán ha pasado algo más de un mes en Ceuta viviendo apoyada por la solidaridad de personas públicas y anónimas; antes de cruzar el Estrecho ha querido dejarles una nota de agradecimiento
 

CEUTA
Cristina Rojo

ceuta
@elpueblodeceuta.com

Llegó a la redacción del periódico con la intención de poner un anuncio. Un mensaje que apareciera en la portada de este diario en primera página, para decirles a todas las personas que le habían ayudado durante las últimas semanas en Ceuta formaban ya parte de su vida, y que ayer se iba, pero nunca iba a olvidar su apoyo.

María Roldán, de 46 años y nacida en Córdoba, ha vivido durante el último mes una experiencia que empezó como una pesadilla pero que ha terminado enviándola al puerto de Ceuta con una gran sonrisa. Comercial de profesión, esta cordobesa que ha vivido en distintas ciudades españolas, cuenta que había llegado a Algeciras buscando acercarse geográficamente a “sus orígenes árabes”.

Allí empezó a trabajar como interna en casa de un hombre al que le limpiaba la casa, pero que según explica en seguida empezó a acosarla sexualmente y a intentar abusar de ella para realizar contrabando de tabaco desde Gibraltar.

“Yo me negué una y otra vez, hasta que me despidió y empezó a amenazarme de muerte allá por donde me veía”. La cordobesa, presa del miedo, terminó cogiendo sus cosas y huyendo al primer sitio que se le ocurrió seguro, “porque había agua de por medio”, Ceuta, aunque nunca había estado aquí. Ya en la ciudad cobró algo de valor y acudió a la comisaría para denunciar el acoso de J.J.M, Policía Nacional en la provincia de Algeciras.

No tenía nada, así que durante su primera noche durmió en un párking, pero pronto le dijeron que no podía quedarse allí. En Asuntos Sociales le dijeron que podían pagarle el billete de vuelta a Algeciras, no podían prestarle otro tipo de ayuda ya que no estaba empadronada aquí, prefirió quedarse en Ceuta.

Tenía miedo, así que después de un par de días durmiendo en la playa, donde según dice, le robaron una maleta, vecinos de la ciudad le enviaron a Sidi Embarek, donde Luna Blanca pudo ofrecerle comida, pero no alojamiento. “También estuve un par de días en el Parque de la Argentina”, recuerda, hasta que empezó a colaborar con un “aparcacoches” que accedió a compartir con ella lo poco que conseguía al día.

En su peregrinaje en búsqueda de ayuda Roldán acudió también hasta el despacho de la consejera de presidencia y Gobernación de la Asamblea, Yolanda Bel, según le habían recomendado desde la calle. “No quería, pero al final me planté allí y estuve esperando toda la mañana hasta que hablé con ella”. De allí, al Centro Asesor de la Mujer, donde le indicaron que sin una orden de alejamiento no podían acogerla.

Al final los “salvadores” de María terminaron siendo un grupo de niños de San Antonio. “Conocí a uno de ellos que me llevó hasta el sitio donde viven, en San Amaro, y allí he dormido con ellos unos diez o doce días”, reconoce, y mientras lo cuenta se le saltan las lágrimas. “Ellos son lo mejor que me ha pasado. Han compartido todo conmigo, un bocadillo que se puede partir en muchos pedacitos”.

María relata cómo los jóvenes (algunos antiguos residentes del centro de ’La Esperanza’ y otros actuales) acudían al ‘supermercado verde’ (el contenedor de basura) para “buscar la cena” y la compartían con ella. “Se que hay mucha gente que habla mal de ellos pero es importante que sepan que la mayoría tienen un corazón inmenso”.

Hace dos días que María Roldán consiguió finalmente cobrar una ayuda social de la que es beneficiaria pero que había estado retrasada desde el pasado mes de mayo.

Así, recuperada económicamente y con el ánimo renovado por toda esta generosidad recibida, acudió ayer a despedirse de sus conocidos.

“Se te va a echar mucho en falta”, le dijo uno de los guardianes del Parque San Amaro. “¿Cuídate mucho, vendrás a vernos?”, “Que te vaya muy bien en España”, le decían algunos de los jóvenes de San Antonio.

La cordoboesa enseña una nota que guarda entre sus escasas pertenencias, escrita una de las noches que pasó en compañía de los chicos de San Amaro. “Tengo ganas de vivir, de reír, de sentir...”

Antes de marcharse a visitar a su padre, que acaba de enfermar en Córdoba, no quería dejar la ciudad sin lanzar una nota de agradecimiento a todos quienes le ayudaron a lo largo del último mes: “A la Guardia Civil, a la Policía Nacional, a la Policía Local, a la consejera de Presidencia, Yolanda Bel, a su asesora Eva Perea, a Inmaculada Orellana, del Centro Asesor de la Mujer, a Angie de la Cruz Roja y A LOS NIÑOS DE SAN ANTONIO, así, en mayúscula - dicta-. No es verdad lo que dicen de ellos, tienen un corazón y una inteligencia bárbara”.
 

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