Puede rehacer el Gobierno de
Mariano Rajoy en ocho meses lo que “otros” han dinamitado en
ocho años? Difícil coyuntura. ¡Y demasiado dignos están
siendo los Gobernantes no refregando a diario a “los de
antes” los resultados de sus calamitosas políticas! ¿Qué ha
sido un duro comienzo del año escolar? Normal en un país
sobre el que pende sombríamente la espada de Damocles del
rescate. Y no precisamente por años de “gestión” del PP,
porque cuando Aznar le cedió el testigo a Zapatero estábamos
en plena euforia del “Estado del bienestar” y las cuentas
más que al día.
Así resulta frívolo, necio e insolidario hacia la labor
conjunta en la que todos los españoles nos hemos de empeñar,
el pararse en críticas populistas en plan “los libros no son
gratis y tienen que serlo”. ¿Será lo siguiente exigir que
nacionalicen las Editoriales para proveer al alumnado de
material didáctico gratuito? No se puede, nuestro modelo de
economía liberal impide nacionalizaciones tipo ex–países
tras el Telón de Acero. Críticas babosas y paletas, para
“contentar” a los padres que tienen las lógicas e injustas
dificultades a la hora de comprar los libros de texto y a
las madres que tienen que apañar la comida en un “tupper”.
¿Y por qué no se centran en que Cataluña está pidiendo al
Estado Central un “rescate” de 5.000 millones porque no
tienen ni para pagar los sueldos del personal? Nada raro si
se tiene en cuenta que el descontrol de la última
legislatura no fue capaz de poner coto a la apertura de
“embajadas” catalanas por medio mundo y a toda una serie de
derroches que siempre acaban pasando factura.
No hay dinero. Dependemos del efecto “boomerang” de los
mercados que, al saber que se nos va a otorgar un rescate
(aún no nos han dado ni una peseta) tienden a energizarse y
subir ante la evidencia de la recapitalización. Temas
importantes y serios de auténtica ingeniería financiera,
mucho más relevantes que criticar “el fracaso escolar” sin
pararse a determinar los factores que inciden. ¿Tienen
libros los alumnos? Los tienen. ¿Tienen a un maestro para
explicar en clase y mandarles deberes? También. ¿Tienen
padres para obligarles a hacer sus tareas y castigarles si
traen malas notan? Con excepción de los huérfanos de quienes
tienen a su padre en la cárcel (ese por cierto ha sido el
caso de mis hijos, pero la ausencia del padre no impedía los
castigos ni la norma “buena acción=premio; mala acción=
sanción”) sí están los padres.
Mea culpa o culpa de los otros, porque mía no es, si durante
años se han venido sucediendo una serie de desastrosas
políticas educativas y una pérdida tal de valores que al
empollón de la clase, al de los sobresalientes, no se le
considera un “excelente” cómo en la cultura anglosajona,
sino un “friki”. Y no anda equivocado el ministro Wert
cuando vuelve los ojos al modelo educativo americano donde
se premian y se potencian el esfuerzo, la voluntad, la
disciplina y el espíritu de sacrificio. O se enseña a los
alumnos que todo “hay que ganárselo” y el binomio
castigo-recompensa, o el fracaso estará garantizado. Y no
sólo el fracaso escolar.
Por cierto, para gimotear, quejarse y criticar, mejor
dirigirse directamente al Banco Central Europeo que puede
que nos diga que empecemos echando a los catalanes las
cuentas de los gastos “en embajadas” y luego nos pregunte si
no existe un Fiscal General del Estado para dirigir las
inspecciones de las cuentas y determinar el destino de los
dineros que hoy no tenemos. Dicen que “los grandes pecados
tienen largas sombras” y el Zapaterismo fue mucho peor que
un pecado para un gobernante: fue un error. Que ahora
tendremos que pagar.
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