Los sindicatos andan fraguando una
nueva macromanifestación contra los recortes , dentro de la
habitual demagogia de la izquierda siempre dispuesta a
mezclar churras con merinas, que viene a significar hacer un
batiburrillo entre las severas recomendaciones de Europa
para poder acceder al crédito y la sinrazón de “recortes no”
es decir, que sigamos el ejemplo de Grecia y nos arruinemos
hasta vernos en riesgo de ser excluidos de la UE. ¿Y que
tiene que ver el montaje que prepara el sindicalismo con el
principio de curso? Pues todo. Porque se va a clamar contra
los recortes en educación y el encarecimiento de los libros
de texto y el material escolar, más la irru pción del
“alumnado tupperware” es decir de los niños que tienen que
llevarse la comida en un tupper a la escuela porque sus
padres no pueden pagar el comedor escolar.
Algo bastante siniestro que podría haber sido compensado con
alguna medida “populista” de esas que los paniaguados que
asesoran a nuestros Gobernantes parecen incapaces de
imaginar . ¿Ejemplo? Erradicación total, absoluta y “sine
díe” de “absolutamente todos” los vehículos oficiales, si el
mandamás quiere ir en coche que se lo compre con una
financiera y meta dentro a los escoltas. ¿Será verdad que
cuando el Urdangarín y señora han vacacionado en plan
familiar en el sur de Francia llevaban diez escoltas? ¿Saben
lo que cuesta al Estado ese despliegue de seguridad en torno
a los privilegiados que “encima” tienen bastantes medios
económicos como para contratarse a dos tíos de prosegur, a
cuatro macarras musculitos de gimnasio o a un par de
kosovares si quieren “sentirse” seguros? De ahí no se
escatima, cochazo y escoltas, pero los españolitos tienen
que inaugurar el curso tirando del “tupper” y encima les
cobran por calentar la comida en la escuela.
Bueno, tampoco es tan “terrible” de hecho miles de escolares
europeos y americanos que tienen la jornada intensiva van a
la escuela con sus sandwiches y como las madres guiris no
son tan apretadas como las nuestras, se limitan a poner un
par de rebanadas de pan untadas con mantequilla de cacahuete
y una fruta, luego refuerzan la cena y por supuesto el
desayuno. Lógico que en algún momento tengamos que
adaptarnos a costumbres que no pasen por la necesidad de que
a los alumnos haya que calentarles el tupper con las
lentejas para almorzar y se tengan que habituar a
sandwinches de pan de centeno con queso o con una rebanada
de carne cocida, un pepinillo y una pieza de fruta.
Porque si hablamos de “alimentación saludable” mejor
cerramos el pico porque nuestros niños son del donuts, el
bollycao y las porquerías en bolsas. puro veneno para el
colesterol. ¡Pamplinas! ¿Y por qué no se arremete contra el
negocio de las editoriales que cambian cada año
habitualmente los libros de texto para que “no se puedan
heredar”? De toda la vida los libros se han heredado y en
Andalucía ya conté que los alumnos tienen los libros
“prestados” en muchas escuelas y los cuidan como oro en
paño, porque los tienen que devolver.
La política debería residir en aguantar con los mismos
libros al menos cinco años, para que se puedan transmitir de
un curso al siguiente, eso es ahorro y eso es optimizar los
recursos. Y retirar coches oficiales y escoltas “a todos” es
ahorrarse una fortuna que podría destinarse a enseñar el
ábaco a los alumnos para que se enamoren de las matemáticas.
Y a los comedores escolares, que no se diga que a los niños
se les escatima el pan. Los sindicatos se quejan pero no
solucionan
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