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OPINIÓN - LUNES, 10 DE SEPTIEMBRE DE 2012

 
OPINIÓN / COLABORACION

La Odisea

Por JAUMA


Si hay un libro que simboliza la esencia de lo que somos y de nuestras limitaciones como personas, ese precisamente es La Odisea de Ulises, representa una metáfora de la vida, cuando creemos que somos los mejores, superiores a los demás, con derecho a juzgar sin ser juzgado, hay que leer la Odisea o releerla. A pesar del tiempo transcurrido desde que fue escrito, a pesar de todos los cambios que hemos sufrido, a pesar de la modernidad, es curioso ver lo actual que resulta, lo poco que, como seres humanos, hemos cambiado después de mas de dos mil años de pretendida evolución, es posible que los métodos no sean los mismos, es probable que los modos y las formas sean diferentes, pero es innegable que el fondo es prácticamente igual.

Este libro no es solo el relato de cómo Ulises regresa a su casa tras la guerra de Troya, no es solo el relato de sus peripecias y andanzas, eso es quedarse en la superficie, su narración nos lleva directamente a nuestra propia realidad actual. Ítaca no es únicamente la isla donde está su esposa, Ítaca es la salvación, la meta, nuestros deseos más poderosos.

Troya no es tan solo el lugar de una batalla entre griegos y troyanos, Troya es nuestra juventud, la que nos marca para el futuro, el lugar donde nos sentimos todopoderosos e invencibles. Penélope no solo representa a la esposa fiel, es el hogar, nuestro refugio, la paz del espíritu.

Ulises no es ya el protagonista, fuerte, atractivo, prudente, paciente luchador, noble, es el reflejo de nosotros mismos, representa la medida del ser humano, con sus fortalezas y sus flaquezas, fiel a sus ideales, compasivo e implacable.

El viaje representa todo aquello a lo que los hombres se ven abocados a lo largo de la vida, puede verse desde distintos primas, por ejemplo a través de sus aventuras.

La expedición a la isla de Circe, donde sus hombres son convertidos en cerdos, se puede interpretar como la caída en los vicios, que convierten a las personas en verdaderos animales, o los sumergen en la sinrazón, solo el apoyo de otros, es decir, la confianza en nuestros semejantes puede sacarnos de ese pozo.

Otro ejemplo es lucha constante con Poseidón, Ulises cree que puede vencerle solo, cree que no necesita a nadie y entonces las cosas le van de mal en peor, solo cuando acepta que él es tan solo un hombre, y reconoce que los hombres necesitan la ayuda de otros hombres, solo entonces encuentra la forma de derrotarlo.

También caben otras forma de acercarse al texto, una podría ser a través de sus personajes, utilizarlos como ejemplo y contraejemplo, como esencia de lo bueno y lo malo, Penélope y sus pretendientes, la bondad y la maldad, su hijo Telémaco perseverante, Poseidón implacable, hay muchos más.

La Odisea es una poderosa obra que ofrece un variopinto cuadro de personajes, cada uno con sus propios valores y anti valores. Ello nos da la oportunidad de elegir, de identificarnos con cada uno de ellos, y si lo deseamos, cambiar nuestras actitudes para ser mejores como personas y como sociedad.

El viaje que Ulises realiza es el tránsito por la vida, el recorrido vital del personaje nos recuerda constantemente nuestra condición de seres humanos, susceptibles de equivocarnos, pero también de mejorar, de encontrar el camino.

Sobre todo en momentos de dificultades, cuando todo el camino es cuesta arriba, es cuando sale lo mejor de nosotros mismos, es cuando, como Ulises, nos damos cuenta que necesitamos el apoyo de los demás y los demás necesitan del nuestro.

Por ello es conveniente leer o releer, como decía al principio, la obra, pero con la mente abierta, con nuestros sentidos dispuestos a penetrar en la piel de los personajes.

Y si además somos capaces de relacionar lo que vamos leyendo con nuestra situación actual, es seguro que también aprenderemos algo, pero para ello es preciso despojarse de los prejuicios, viajar ligero de equipaje.

Quizás lo que necesitamos es, como hizo Ulises, escuchar los cantos de sirena que nos llevan a nuestra propia ruina, pero siguiendo su ejemplo, amarrados fuertemente al palo mayor.

Quizás es necesario equivocarse en la ruta una y otra vez, que el viento de nuestra curiosidad nos lance a lejanas costas, nos arrastre a lugares desconocidos.

Tal vez de esa forma seamos capaces de reconocer nuestras limitaciones, de aceptar que no somos los mejores, ni los peores, pero sobre todo de no perder la capacidad para rehacernos ante las dificultades, de levantarnos una y otra vez hasta encontrar el rumbo que nos lleve a casa.
 

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