Con Guillermo Martínez
habré hablado yo una o dos veces. Y debo decir que jamás he
sentido el menor interés en saber de él. Por lo cual sería
absurdo que yo me atreviera a opinar de sus actuaciones como
portavoz del Gobierno. Tarea tan difícil como para
comprender que el hombre lo tiene que estar pasando muy mal
en estos momentos. En momentos donde se ha visto precisado a
defender al presidente de la Federación de Fútbol de Ceuta.
Sabiendo que no hay argumentos para mantener esa postura.
Pero a la fuerza ahorcan.
Sí, ya sé que el portavoz ha mostrado con sus declaraciones
un deseo ferviente de quedar bien con ambas partes. Es
decir, con el presidente de la FFC y con el presidente de la
Asociación Deportiva Ceuta: equipo descendido por obra y
gracia de promesas incumplidas por parte del Gobierno local.
A buenas horas, mangas verdes. Aunque debo reconocer que él
no tiene la menor culpa de lo ocurrido ni de que la
situación haya llegado a un extremo que sirva como detonante
para que se arme la de Dios es Cristo.
Antonio García Gaona es un presidente que no está en
condiciones de afrontar una defensa de sus actuaciones como
dirigente de un organismo privado pero sometido a la
fiscalización del Consejo Superior de Deportes a través de
la Consejería de Deportes. García Gaona es un presidente que
es incapaz de hacer una auditoría para decirnos en qué se ha
gastado las cuantiosas subvenciones que viene recibiendo del
gobierno ceutí.
Antonio García Gaona es un presidente que no quiere
reconocer que facturar como empresario a los equipos de
fútbol es actividad prohibida. Pero él, convencido de que
goza de total y absoluta inmunidad, por ser militante
destacado del Partido Popular, hace de su capa un sayo y ha
estado siempre dispuesto a comportarse sañudamente contra el
presidente de la Asociación Deportiva Ceuta.
Antonio García Gaona, a quien le he venido avisando, desde
hace ya la tira de tiempo, de que no estaba en condiciones
de sacar pecho, se ha dejado convencer de que podía acabar
con el fútbol profesional y hacerse con los derechos del
Alfonso Murube. Un estadio cuya explotación, en todos los
sentidos, estará bajo su control.
Antonio García Gaona, si tiene un mínimo de sentido común,
debería darse cuenta de que su situación es muy delicada.
Tan delicada que depende de si Juan Vivas y la
oposición consiguen quitarle importancia al desencuentro que
se ha producido entre la federación y el fútbol profesional.
Ya que sigue empecinado en atentar contra el único club que
participa en un campeonato con equipos peninsulares.
Quitarle importancia a hechos tan graves como son los
cometidos, y que sigue cometiendo, por el presidente de la
FFC, es tarea titánica. Amén de que puede convertirse en
candela suficiente para avivar un fuego que arrase lo que
hasta el momento no ha podido arrasar nadie. Por
consiguiente, tras leer las declaraciones del portavoz del
Gobierno, Guillermo Martínez, he tenido la certeza de que a
él le ha hecho poca gracia salir a defender lo que no tiene
defensa. La defensa de un presidente de la FFC que está al
borde del abismo. Cierto es que estamos viviendo momentos
tan complicados como para que el fútbol sea secundario. Pero
hay que descubrir la verdad. O, al menos, lo más cercano a
la verdad.
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