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OPINIÓN - VIERNES, 7 DE SEPTIEMBRE DE 2012

 

OPINIÓN / EL OASIS

Aróstegui: más que tímido es un caradura
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Creo haberle oído decir que no le resulta fácil comunicarse con los demás. Que nunca ha sido persona propicia a entablar relaciones con nadie. Que le cuesta un mundo ser agradable. Juan Luis Aróstegui le achaca a la timidez su forma de ser. Es decir, que ser vergonzoso desde pequeño le ha ido formando su carácter.

Aburrido hasta extremos insospechados, alguien me dijo un día de él que era un auténtico muermo. Un tedioso que se fingía rebelde para poder realizarse. Despotricando contra unos y otros combatía su apocamiento. Y a fe que mi interlocutor acertó plenamente al describírmelo. De ello hace ya bastantes años. Muchos años.

Tímido, indeciso, encogido o medroso, la verdad es que Aróstegui tuvo unos años en los que iba disfrazado de mamarrachero que gustaba de meter la pata por locales de alterne y hasta vivía obsesionado con reventar actos oficiales y culturales. Yo le conocí en esa época y llegué a pensar que era una pena que aquel joven, con tanta facilidad de palabra, acabara perdiéndose.

Para combatir sus miedos, confieso que aquel muchacho hizo muy bien en buscar sus rincones de seguridad en el sindicalismo y en la política de partido. Y también le vino bien para que se le fuera de la cabeza esa manía de querer ser un remedo de Che Guevara. Como Che Guevara ofrecía un aspecto lamentable. La verdad sea dicha. Y, además, movía a risa. Y a mí me daba mucha pena verlo tontear de aquella manera tan absurda cuando en España empezaba a tomar cuerpo la democracia.

Tampoco es menos cierto, créanme, que la terapia de política y sindicalismo, como remedio a su timidez, surtió efectos positivos tan rápidos para el bolsillo de Aróstegui como para su popularidad. Su economía fue a más a la par que su nombre iba sonando fuertemente en los mentideros políticos y se decía de él que tanto la derecha como la izquierda no se fiaban ni un pelo del muchacho que, hacía nada y menos, era un agitador tan iracundo como pueda ser un tímido cuando se suelta la melena.

En puridad, el actual dirigente de Caballas acertó, y así hay que reconocérselo, al pasar de anarquista, comunista y socialista a ser tenido como el mejor consejero de ciertos empresarios ricos, ricos, ricos, de Ceuta. Consejero y defensor a ultranza, cómo no, de los intereses de éstos y de los suyos. O sea, de Aróstegui. Quien ya era concejal. A partir de entonces se dio cuenta de que su magnifica oratoria y sus cuatro explicaciones sobre ideas -amén de contar con la claque de los sindicalistas, una tribuna periodística y una televisión de andar por casa-, le iban a reportar copiosos beneficios. Y llegó a la conclusión de que su timidez quedaba ya como pose con la que lucirse en momentos adecuados. Soy tan apocado, decía entre empresarios, que no sé cómo me atrevo a hacer esta gestión a favor de vuestras empresas. Todo sea por Ceuta.

Actualmente, Aróstegui no se conforma con ser máximo responsable de Caballas y de tenerle la sesera comida a Vivas, sino que no deja de alardear de haber formado tándem principalísimo en el descenso del primer equipo de la ciudad. Y se jacta, además, de haber influido a favor de Antonio García Gaona –presidente de la FFC- para que éste siga recibiendo subvenciones millonarias. Olvidándose de que hay doce mil parados en Ceuta y más del cuarenta por ciento de la población viviendo por debajo del umbral de la pobreza. Aróstegui: más que tímido es un caradura.
 

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