La que se ha liado con la tristeza
declarada por Cristiano Ronaldo le ha venido al Gobierno que
ni pintiparada. Ya que la gente no habla de otra cosa y los
medios están concediendo todo el protagonismo a la estrella
portuguesa. Es lo que tiene ser un divo en cualquier
actividad de la vida, que en cuanto éste se queja de algo a
todos se nos viene el mundo encima. Y hasta, como es el caso
actual, se nos olvida la prima de riesgo y también de que
estamos a punto de ser intervenidos si no sale un don Juan
español y le come el… coco a la señora Merkel.
La declarada tristeza de CR me ha hecho a mí no pegar ojo
desde que me enteré. Pero no porque sea yo madridista fetén
y esté convencido de que el fenómeno portugués sea el único
futbolista imprescindible en el equipo de mis amores, sino
porque muy pronto llegué a pensar en que podría levantarme
cualquier día y desayunarme con la noticia de que también
nuestro alcalde, debido a que lleva un tiempo superado por
la tristeza y poseído por un abatimiento que le impiden
respirar, estaba dispuesto a dejarlo todo. Y lo primero que
se me ocurrió, tras dejarme invadir por tales pensamientos,
es acudir deprisa y corriendo a pedir una cita con Vivas
para cerciorarme de esa posibilidad. La posibilidad de que
se fuera. De que nos dejara huérfanos de liderazgo en todos
los sentidos. De que nos abandonara a nuestra suerte. Y
expuestos a ver cómo Aróstegui, al fin, conseguía su
gran deseo: ser alcalde de todos los ceutíes. Y, sobre todo,
de los más religiosos. Pues él está convencido de que las
personas más religiosas son las más buenas. Y lo afirma a
pesar de que su ateísmo es de Liga BBVA.
Tan dispuesto me hallaba para dar semejante paso, es decir,
visitar a Vivas, aun a costa de que éste se hubiera mofado
de mí, por el simple hecho de considerarle falto de ánimos
como para poder dejarse ganar la partida por el desaliento,
la desilusión o la melancolía por el descenso del primer
equipo de la ciudad, que ya me veía en el Ayuntamiento. Y
que entonces me topaba con un amigo a quien le contaba mi
aflicción y cómo éste me quitaba de la cabeza la idea de
entrevistarme con Vivas. Y lo hacía hablando por la boca del
alcalde.
El alcalde dice que tiene cuerda para rato. Por tener una
salud de hierro. La cual le permite trabajar duramente y
durante muchas horas. Y no se corta lo más mínimo en
destacar que recibe una ayuda indispensable en su casa.
Vivas que detesta la vanidad, presume de percibir el mucho
cariño que la gente le profesa. Y que él debe corresponder a
tanto cariño dando lo mejor de él. Y lo mejor de él es
poniendo todos sus conocimientos, que son muchos como
funcionario y político, al servicio de los ciudadanos. Eso
sí, insiste que en él la vanidad nunca encontró cobijo. O
sea, que toda su vida ha luchado denodadamente para que el
demonio del orgullo, el engreimiento y la altanería no le
cambiara lo mejor de él: su humildad. La que hace posible
que esté disfrutando de un equipo de gobierno insuperable.
Debido a que todos sus miembros viven entregados a su causa.
La causa del alcalde, que es la causa de Ceuta. La Ceuta
que, por ser marinera, está necesitada de poesía. Género
literario que a él le chifla. Tal es así que, en su casa,
acompañado de su gato, hace sus pinitos. Para que en sus
discursos los ciudadanos perciban el tic tac de su corazón y
su sensibilidad. Las palabras de mi amigo me sosegaron. Y me
hicieron desistir de pedirle audiencia al alcalde feliz.
¡Albricias!
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