Lo mismo que el tribunal respeta, se exige que el tribunal
sea respetado. Se quejó ayer, con razón, el magistrado
presidente de la Sección VI de la Audiencia Provincial de
Cádiz en Ceuta, Jesús Carlos Bastardés, de la actitud de uno
de los testigos que se presentaron en el juicio que se sigue
contra dos empresarios y cuatro policías de la Unidad de
Intervención Rápida (UIR) por delitos, respectivamente, de
atentado contra la autoridad y de lesiones.
Comparecieron todas las personas que estaban citadas a
excepción de una, Ousama E.K., quien al parecer tenía algún
problema familiar relacionado con motivos de salud.
El último testigo que se presentó, según un acreditado
agente judicial, le habría comentado antes de entrar en la
sala que esta persona se encontraba en el hospital. Este
diario pudo saber que la persona en cuestión estaría ocupado
atendiendo a su madre, lo cual es comprensible.
En todo caso, en la sala, el testigo que había comentado al
agente judicial, de cuya palabra no se duda, la
circunstancia, negó haber realizado tal comentario previo a
su entrada en la sala.
Ésto sentó muy mal al tribunal, puesto que tienen plena
confianza en el agente judicial -confianza que está más que
acreditada por su impecable trayectoria profesional-, y se
puso de manifiesto que el hecho estaba constituyendo una
falta de respeto a la sala.
En efecto, hay que tener en cuenta que el respeto es
fundamental dentro de una sala, máxime cuando se trata de un
alto tribunal como es el que se constituye cada vez que se
reúne la Sección VI de la Audiencia Provincial de Cádiz en
Ceuta para hacer su trabajo. Es un hecho notorio que los
magistrados tienen un amplio conocimiento de la condición
humana y que de hecho comprenden que las personas que entran
en la sala, por el motivo que fuere, no conocenn la rutina
procesal, por lo que, de hecho, es un acontecimiento
excepcional en su dia a día.
Así, resulta especialmente lamentable que una persona mienta
ante el tribunal, tratando de desdecirse ante la palabra
dada -anteriormente, sin estar sometido a juramento o
promesa de decir verdad- ante nada menos que un agente
judicial. A todos los asistentes en la sala les llamó la
atención este hecho, y ciertamente contribuyó a mostrar que
el testigo en cuestión, dígase claro, no era de fiar.
Su testimonio quedaría contaminado en este sentido por su
clara disposición a no decir la verdad.
Otra cosa es, como ocurrió con testigos anteriores, que se
pusieran nerviosos o que no atinaran a expresarse con
claridad.
Como se ha puesto anteriormente de manifiesto, no todos los
días una persona se presenta -como acusado, como testigo, en
calidad de lo que fuere- ante un tribunal. Si la persona no
ha tenido antes la obligación de comparecer en causas
judiciales, lo cierto es que realmente pasan un mal trago.
Algunos ni duermen la noche anterior, por lo que los
magistrados, los fiscales y los abogados, así como los
agentes judiciales, tienen siempre mucha consideración. Les
instruyen, les explican la situación, les comunican dónde
han de sentarse, cuando pueden abandonar la sala...
Por eso, cuando se produce una falta de respeto al tribunal,
a las personas que forman parte de la administración de
Justicia les molesta.
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