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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 5 DE SEPTIEMBRE DE 2012

 

OPINIÓN / EL OASIS

La tristeza de Ronaldo
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Lo que la gente piensa y dice –la opinión pública- es siempre respetable, pero casi nunca expresa con rigor sus verdaderos sentimientos. Dice el filósofo: “La queja del enfermo no es el nombre de su enfermedad. El cardiaco suele quejarse de todo su cuerpo menos de su víscera cordial. A lo mejor nos duele la cabeza, y lo que tienen que curarnos es el hígado. Medicina y política, cuanto mejores son más se parecen al método Ollendorf…”.

Cristiano Ronaldo, tras el partido frente al Granada, decidió airear la tristeza infinita que ha venido mostrando durante las primeras semanas de esta temporada. Y que no podía pasar inadvertida para quienes disfrutamos de su fútbol y somos madridistas desde que vestíamos pantalón corto. En mi caso, por haber sido profesional de la cosa, no se me pasaba por alto que el estado de ánimo del portugués era el más propicio al ensimismamiento y a la pasividad por estar viviendo momentos de insatisfacción. Su bajo rendimiento ante Valencia y Getafe evidenciaban, sin duda alguna, que CR estaba más que mustio. Pero por qué… De qué estaba enfermo.

Tras la mejoría apreciada frente al Barcelona en la Supercopa, partidos que son capaces de darles vida a un muerto, la actitud de RC volvió a las andadas: ensimismamiento, facciones contraídas, mirada perdida, muecas y visajes de quien está convencido de que está siendo maltratado por algunos de sus compañeros que tratan de quitarle protagonismo alabando sin cesar a otras figuras azulgrana y propias. Y, claro está, la estrella blanca entiende que lo hacen para desequilibrarle; dado que saben que es un tipo emocional y muy dependiente de las muestras afectuosas.

Tampoco conviene echar en saco roto que el portugués reciba todos los desaires que algunos de sus compañeros no pueden hacerle a Mourinho. Y, aunque la cosa viene de atrás, se ha agravado a medida que ha ido jugando Coentrao. Cuya cara refleja, también, un desánimo mayor que su compañero. No hay más que ver las críticas que le hace, con sus gestos, Casillas, cuando el lateral se despista. Nada que ver con el buen entendimiento que mantiene, pues hasta se besan antes de los partidos, con Sergio Ramos. Cuyo penalti a Iniesta, en el Camp Nou, fue de juzgado de guardia.

Lo dicho, me obliga a hablar de particularismo. Palabra que ha vuelto a ponerse de moda y que en el fútbol es moneda de uso corriente. La esencia del particularismo, en los deportes de grupo, es que cada uno deja de sentir así mismo como parte y, en consecuencia, deja de compartir los sentimientos de los demás. No le importan las necesidades de los otros y no se solidarizará con ellos. El particularismo propicia, entre los más débiles o envidiosos, el surgir de las camarillas. El agrupamiento de varios futbolistas que ven con malos ojos a los que ellos creen que gozan del favor de la prensa, de los directivos o del cuerpo técnico. Cuando ello sucede, los problemas que son resueltos mediante la cohesión, se agrandan y causan daño al club.

Me parece muy bien que Ronaldo haya aireado su tristeza. En vez de callársela y seguir jugando con ella a cuesta. Así podrá ponerse remedio al malestar de una figura indiscutible y muy necesitada por su equipo. El lamento de CR, por más que haya servido para que sus enemigos se le tiren al cuello, ha puesto de manifiesto que Casillas y Ramos, privilegiados de la prensa, están detrás. Ah, pongan en el mercado a Casillas y a Ronaldo, y esperen resultados.
 

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