Desde las 04:00 horas de la madrugada del sábado al domingo
este pasado, los sms, los whatsapps, facebook y otras redes
sociales nos informaban que D. Francisco Martínez Herrera
acababa de fallecer. Era Francisco Martínez Herrera una
persona amiga de sus amigos y sin duda algunos pocos, por no
decir poquísimos, no eran sus amigos. Militar de empleo en
el mando de subteniente, siempre defendía que era un
legionario de los de la leche de pantera, de los de
relacionarse con la tropa, iba con el emblema de la Legión a
donde fuera, aún recuerdo las aventuras que nos contaba
cuando estaba destinado en el Sahara español. También
recuerdo su imagen con la heroica Bandera del Tercio portada
en los sábados legionarios e inclusive cuando era el Tercio
Duque de Alba II de la Legión quien tenía el honor de
procesionar en Málaga con su Cristo de Mena, muchísimos
amigos malagueños admiraban a Paco, porque para nosotros era
nuestro Paco.
En un principio lo conocía de vista bajo este paradigma
precisamente, era imagen representativa de todo un caballero
legionario, ahí en la puerta del Museo de la Legión, o por
dónde fuera. Más tarde, y siendo Pedro Mariscal Rojas el
Hermano Mayor de La Encrucijada, tuve el honor de pertenecer
con Paco a esa junta de gobierno. Tenía carácter la verdad,
aún guardo en la memoria cómo me lanzaba de una punta a otra
de la mesa con un encendedor por defender a quienes, según
él, eran mis niños; no duraba el enfado más de un rato ya
que salíamos al perdón de uno y otro.
Pero volviendo a su persona, he de decir que era un
cristiano creyente y esta fe era la que lo mantuvo luchando
hasta las tantas de esa madrugada. A lo largo de la vida
luchó con la enfermedad de su mujer, madre de sus dos hijas,
sumándose con ella en el día a día con la dolencia de ésta
que, impedida por su mal, la mantenía en una silla de
ruedas. Al quedarse viudo se comprometió en diferentes
pastorales parroquiales: cofradías, cáritas, coro
parroquial, y así fue como de nuevo Paco disfrutaba de la
vida compaginándola con su profesión de militar y el resto
de su familia, sus hijas, yernos y nietos.
En la Encrucijada tuvo el honor de formar parte de la
comisión que se trasladó hasta Málaga para ver y entrevistar
a D. Enrique María Huelin Vallejo, el padre Huelin, génesis
de la Encrucijada con aquel gesto de mandar posar al Cristo
en el suelo durante un vía crucis. Fue también gracias a él
cuando un Martes Santo que llovía muchísimo e impedía que la
Legión procesionara con el Nazareno que, consecuente con
ello y tras su intervención y muchas gestiones, logró que
acompañara la banda de guerra del Tercio a la Encrucijada el
Jueves Santo de aquel año.
Con el mundo cofrade, en general, también quiso colaborar y
fue otro de los agentes cofrades ceutíes que se trasladaron
hasta la localidad vallisoletana de Medina del Campo para
traerse la candidatura de Ceuta como sede del próximo
Congreso Nacional de Hermandades y Cofradías.
Desde hace un par de años que se le diagnosticó una de las
más crueles enfermedades (un cáncer en el hígado,) dejó al
margen su participación con el resto de la sociedad ceutí
para dedicarse a su persona y precisamente en este periodo
conoció a una nueva mujer, a Mariajosé, quien durante este
tiempo ha estado a su lado. En marzo de este año nos
juntamos un grupo de amigos y decidimos homenajearle y darle
las gracias por tenerle como un gran amigo. Ya la enfermedad
le había fijado tal gravedad que nos hacía saber que su
recuperación no iba a ser posible.
Desde estas líneas me gustaría, de nuevo, homenajearle y
pedir a quien/quienes se sientan aludidos que respondan
también ellos y no caigan en la indiferencia que muchas
veces nos caracteriza. Estuvo inmerso en su vida profesional
como Caballero Legionario, y de qué manera, y muchísimos
legionarios de los de la leche de pantera apenan su pérdida.
Estuvo también implicado en el mundo cofrade ceutí y muchos
cofrades ceutíes apenan su pérdida, y estuvo en diferentes
grupos parroquiales donde él quiso estar y muchos
parroquianos apenamos su pérdida.
Los gestos y detalles, evidentemente, si se hacen en vida
gustan más, pero que no se caiga en dicha indiferencia, ya
que no es ni será nunca virtud propia de un cristiano.
Sobran las palabras.
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