La última vez que escribí sobre la
llegada del GIL a Ceuta fue en mayo del año pasado. Y lo
hice para recordar que tan grande desgracia se debió a que
el Gobierno presidido por José María Aznar no le
prestaba la menor atención a los problemas de esta ciudad.
Semejante dejadez gubernamental, que mucho tiempo después me
confirmó una persona que tenía toda la información para
aseverarla, fue la que hizo posible que los ceutíes, casi
mayoritariamente, acudieran a festejar la arribada de
Jesús Gil a esta tierra.
Hablé de arribada, porque el propietario de ‘Imperioso’
llegó en barco. Hizo la travesía, desde Marbella, en un día
soleado y luminoso de 1999. Y el líder tan deseado fue
recibido por una multitud entusiasmada, amén de convencida
de que era el hombre que, al fin, iba a sacar a Ceuta de su
tan cacareado atraso secular.
Han pasado ya doce años más uno desde entonces y sin embargo
aún tengo fresca en la retina la figura de Jesús Gil
dejándose ver a bordo de la nave que le traía. La gente
vibraba, gritaba, estaba enfebrecida. ¡Qué aplausos, qué
hurras, que bravos, que todo! Todo era una demostración de
entusiasmo sin precedentes.
Pero aquel recibimiento de JG no se produjo por arte de
birlibirloque. De ninguna manera. Aquel esplendoroso
recibimiento se gestó en Ceuta por parte de destacadas
personas de esta ciudad. Destacadas en cuanto a medios,
posibilidades y ocupación de cargos públicos. Personas que
estuvieron yendo a Marbella para rogarle a JG que
participara su partido en unas elecciones que tenía ganadas
de antemano. Porque ellas, esas personas, ya se habían
encargado de prepararle el terreno en todos los sentidos.
A esas personas, que aun a sabiendas de que estaban
cometiendo un disparate no cejaban en su empeño de propalar
que el GIL era la panacea, el remedio que iba a poner fin a
todos los males de esta ciudad, las tengo yo en la punta de
la lengua. Pero tampoco creo que deba mencionarlas. Sobre
todo porque ya se encarga la gente de airear sus nombres en
cuanto no comulga con las decisiones tomadas por el Gobierno
local.
Conviene decir, antes de continuar, que Juan Vivas ha estado
siempre, y me imagino que no habrá cambiado de parecer, más
que orgulloso de haberse rodeado de políticos que se
significaron cual ‘gilistas’ convencidos y que, en su
momento, nos contaron sus proyectos faraónicos: hotel
flotante en la bahía, Policía similar a la del Canadá, es
decir, todos los jinetes a caballo, procedentes de Jerez,
que bailaban como lo hacía mi admirado Manuel Bermúdez
Junquera, ‘Anzonini’ del Puerto, para que en Ceuta
reinara la ley y el orden por encima de todo.
Pues bien, vengo observando, una vez más, lo que suele
ocurrir en cuanto, como digo arriba, el Gobierno local es
fuertemente contestado por tomar decisiones que la gente
cree injustas. Suele ocurrir que si al frente de la defensa
del asunto discutido entre partes, aparece un señor, o una
señora, que hizo proselitismo del GIL y encima ocupó cargo
importante con los ‘gilistas’, la gente pone el grito en el
cielo. Y es que, sinceridad obliga, si a cualquiera le da
por desparramar la mirada por organismos e instituciones
locales, se encontrará con que los mejores sitios están
ocupados por ‘gilistas’. Nuestro alcalde suele decir que si
están en puestos claves es porque fueron, y siguen siendo,
los mejores en todo.
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