El traslado de Elena Sánchez Blanco, hasta hace poco número
dos del Centro Nacional de Inteligencia a Washington, como
jefa de la delegación española, podrían estar relacionadas
con las advertencias de la CIA en torno a la penetración de
elementos terroristas en el Ejército español. Ella es
experta en terrorismo y en Ceuta y Melilla.
Haciéndose eco de informaciones publicadas por el diario El
Confidencial Digital, este periódico informaba ayer de que
la hasta ahora número dos del Centro Nacional de
Inteligencia, Elena Sánche Blanco, había sido enviada como
jefa de la delegación española de inteligencia a Washington,
en concreto como enlace con la CIA (Central Intelligence
Agency).
Se de la circunstancia de que, tal y como se puso de
manifiesto, Elena Sánchez Blanco es experta en terrorismo y
también en Ceuta y Melilla. Pues bien, éste podría ser el
trasfondo del traslado de Sánchez Blanco a Washington.
En efecto, las guarniciones militares de Ceuta y Melilla se
han convertido en el principal objetivo de investigación por
parte de los servicios de inteligencia españoles. Fuentes de
toda solvencia, consultadas por El Confidencial Digital,
confirman que las pesquisas se mantienen abiertas desde hace
un año pero se han intensificado en los últimos meses.
Los analistas buscan un perfil de soldado diferente al
“clásico”: individuos que no muestren especial
identificación con la cultura islámica y parezcan incluso
‘occidentalizados’: que beban alcohol, que fumen, que coman
sin respetar las restricciones impuestas por el Corán y que
no participen de actos religiosos de la comunidad musulmana
local.
Se trata de una técnica de camuflaje muy utilizada por el
terrorismo islámico que opera en Occidente, sobre todo por
la rama radical Takfir wal-Hijra, cada vez más presente en
España. Durante operaciones de yihad, los combatientes
pueden eludir cualquier obligación religiosa, e incluso
‘jurar’ lealtad a un ‘enemigo’ extranjero.
Las fuentes consultadas por ECD hablan –con muchas reservas-
de la existencia en España de media docena de casos
preocupantes, con militares que podrían estar utilizando o
participado activamente en algún foro de tendencia
islamista, principal medio de intercomunicación y captación
de estas redes. Las investigaciones, al menos hasta el
momento, “no han sido concluyentes”.
La alerta inicial, que ha puesto sobre la pista a España,
parte de una larga investigación iniciada por el FBI y la
CIA tras el asesinato en 2009 de 13 soldados en Fort Hood
(Texas). Aquel atentado fue obra de Nidal Hassan, un militar
infiltrado por Al Qaeda en las filas norteamericanas.
Las inquietantes conclusiones preliminares de ese informe se
filtraron a la prensa estadounidense hace una semana: cerca
de un centenar de militares de la U.S. Army y del Cuerpo de
Marines habrían mantenido vínculos con extremistas
peligrosos, algunos de los cuales podrían estar preparando
más ataques. Entre los sospechosos hay también civiles con
acceso a instalaciones militares y hasta reservistas.
Durante sus investigaciones, el FBI detectó vínculos con
militares de países aliados. Según El Confidencial Digital,
estas informaciones fueron trasladadas a través de la CIA y
de componentes de la inteligencia militar a aquellos Estados
susceptibles de convertirse en objetivo prioritario de
islamistas. Entre ellos Reino Unido, Alemania, Francia y,
por supuesto, España.
Las fuentes de inteligencia consultadas por ECD constataron
que la alerta estadounidense resulta “muy preocupante” sobre
todo en el caso de Francia, pero también en España Pese a la
existencia de elementos sospechosos en las tropas españolas,
las mismas fuentes aseguran que la islamización radical no
es la tónica general –“ni mucho menos”- de los musulmanes
integrados en el Ejército español.
En Ceuta y Melilla, casi la mitad de la dotación militar es
de confesión musulmana. En algunos casos, muy practicantes.
Sin embargo, los resultados obtenidos durante años de
observación no habían revelado hasta ahora nada preocupante.
Tal y como adelantó El Confidencial Digital en octubre de
2011, los informes descartaban la existencia de vínculos de
los militares musulmanes españoles con el islamismo radical.
Por aquel entonces, fuentes militares recordaron que los
militares de confesión musulmana destinados en las dos
ciudades autónomas del norte de África combinaban sin
problema su faceta castrense con las peculiaridades de su
religión.
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