El drama de la empresaria ceutí víctima de una sucesión de
errores y negligencias que la llevaron a tener que ser
operada de urgencia en un hospital de Estepona con una
gangrena en la nalga, ya mereció en su día atención
informativa en este periódico, atención informativa y
gráfica en la que se podía comprobar las graves lesiones
derivadas de una inyección mal puesta y subsiguientes
errores en el diagnóstico por parte de tres médicas.
Media nalga necrosada, una primera intervención quirúrgica
especialmente traumática y una segunda intervención que aún
no ha podido llevarse a cabo después de cinco meses de
curas, medicación y padecimiento porque la herida presenta
focos de infección purulenta que impiden que pueda entrar en
el quirófano. Pero el drama personal de esta empresaria que
ha dado lugar a la incoación de unas Diligencias Previas en
el Juzgado de Instrucción nº 5 de esta ciudad, se ha visto
acrecentado por la actitud despiadada de los responsables
del Ingesa para con ella y para con su familia. Ningún
representante del Ingesa ha contactado con la enferma para
interesarse por su estado de salud y menos aún para ofrecer
los servicios de la Sanidad Pública para tratar de paliar el
daño causado. Silencio total.
La única suerte de esta empresaria es que su familia tiene
medios económicos para estar pagando curas diarias durante
cinco meses realizadas por un ATS, que puede mantener los
gastos de frecuentes y periódicos viajes a Estepona para
seguimiento por parte del cirujano que la tiene que
intervenir y que puede sufragar las pruebas a las que está
siendo sometida, la última un antibiograma con un cultivo
realizada en un laboratorio de Barcelona para determinar las
causas de la persistencia de las infecciones. ¿Y qué hubiera
pasado si esta familia, en lugar de poder pagar tan
cuantiosos gastos hubiera sido una familia pobre, sin medios
económicos y es más de las que por no tener no tienen ni un
herpes? Pues que la señora ceutí se hubiera muerto
gangrenada o de una septicemia. Y todo por culpa de una
concatenación de errores y de disparates que se iniciaron en
el centro de salud de Otero, pero que no han merecido ni la
mínima atención ni preocupación por la dirección del Ingesa
que ha permanecido impasible y sin dar la menor muestra de
humanidad.
Con el escarnio añadido de que “nadie” ha ido a pedirle
perdón a esta señora ni a proporcionarle apoyo moral ya que
se encuentra en tratamiento por una depresión mayor asociada
a un trastorno generalizado de ansiedad, siendo su médico un
prestigioso neuropsiquiatra de Málaga especializado en
enfermedades de este tipo y en situaciones graves de estrés
postraumático. Ni que decir tiene que el especialista
también atiende a la paciente a título particular, nada de
sanidad pública.
¿Y cuanto supondrá para la familia el coste económico de
este calvario si consideramos que, tras la siguiente
operación, cuando pueda llevarse a cabo por remisión de la
infección, ha de comenzar el nuevo calvario de la
reconstrucción y los injertos de piel y los cultivos de
células madre en el Hospital Universitario de Navarra? ¿Cual
será el plazo de recuperación y hasta cuando la baja de sus
actividades laborales? Según los doctores no se puede
determinar. Pero lo más sangrante dentro de la tragedia ha
sido y está siendo la incalificable actitud del Ingesa ¿Qué
piensan? ¿Que no dándose por enterados es que “no” ha
pasado? ¡Qué verguenza!
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