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OPINIÓN - VIERNES, 24 DE AGOSTO DE 2012

 

OPINIÓN / EL OASIS

Los tirones vuelven a ser noticia
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

En los años ochenta, dirigía yo los destinos de un establecimiento al que los ladrones acudían, cada dos por tres, poco antes del amanecer, y se llevaban productos por valor de un dinero considerable. Dejándome, además, una firma: el ladrón –o uno de ellos- tenía la costumbre de jiñarse junto a la caja registradora.

Tras denunciar el hecho en Comisaría, en una de las ocasiones, llegaron los funcionarios del Cuerpo Superior para tomar huellas y hacer ciertas comprobaciones. En lo tocante a la deposición dejada por los asaltantes, un policía me dijo que entre los que cometían esos delitos no era raro que a uno se le descompusiera el vientre. Aquel día aprendí una cosa más.

Los policías me prometieron que harían todo lo posible para que alguna patrulla se diera sus vueltas por la plaza del Teniente Ruiz a esa hora en la cual parecía que los ladrones descerrajaban la puerta y me ponían el local patas arriba y hasta lo usaban como excusado. Pero a mí me siguieron violando el establecimiento. Así que hice mis consiguientes pesquisas y obtuve respuesta. De modo que una noche, sobre la una de la mañana, encaminé mis pasos hacia la plaza Azcarate y me di de bruces con los tipos a los que iba buscando. A quienes conocía tanto como ellos a mí. Les dije lo que pensaba y me fui con la música a otra parte.

Al día siguiente, el inspector encargado del caso vino a verme para comunicarme que no se me ocurriera nunca más hacer lo que había hecho, ni mucho menos decirles lo que les había dicho a los ladrones. Comprendí que fue por mi bien. Pero a mí no me robaron más.

En los años ochenta, debido al auge de la delincuencia y la criminalidad, un periódico de tirada nacional tituló así un reportaje: “Vecinos, entre la navaja y la pared”. Porque ya en Sevilla, ya en Madrid, ya en Barcelona, o bien en Lepe o en Archidona la delincuencia hacía estragos a pesar de que la policía había intensificado la vigilancia nocturna. Pero no bastaba. Y, claro está, allá donde no llegaba la seguridad pública se formaron patrullas espontáneas para luchar contra la delincuencia. En Granada hubo patrulleros civiles, encapuchados, que fueron presentados a la prensa por el diputado andaluz, Enrique Palma, representante de Izquierda Unida. Lo que va de ayer a hoy. Muchas fueron las opiniones al respecto. Pero yo me quedé con estas dos: “Visto que la policía no puede afrontar ella sola el aumento de la delincuencia, Comunidad, policía y medios de comunicación son los tres puntales de este moderno y eficaz sistema de defensa con el que soñaban, quizá, algunos de los españoles que fueron alguna vez víctimas”. “Que la justicia se aplique sin miedo ni falsa generosidad con el Código Penal o Civil en la mano y no con el criterio personal de un juez”. También salieron a relucir anuncios humorísticos: Se venden serpientes de cascabel, para dejarlas dentro del coche y disuadir a los ladrones. Método infalible. Se venden a plazos. También tenemos imitaciones preciosas, en piel de cocodrilo del Nilo, de bolsos de señora, con trescientos gramos de goma-dos, que explotan al echar el tironero a correr, sin riesgo alguno para usted. Muy recomendables para ancianas y personas débiles que, aunque al tironazo se hayan caído y roto la cadera, se mueren de risa al ver lo que le ha pasado al tironero. Método fulminante. Gestionamos licencia de la Guardia Civil en veinticuatro horas. Los tirones vuelven a ser noticia. Alguien se los debe tomar en serio.
 

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