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OPINIÓN - JUEVES, 23 DE AGOSTO DE 2012

 

OPINIÓN / EL OASIS

Ocurrió en Málaga
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Hace ya muchos años, cuando en España el hambre hacía estragos y las condiciones de vida eran miserables, los perros que ya no podían cumplir con su cometido de guardianes, perdían el olfato para la caza, quedaban heridos en la contienda o se hacían viejos, eran abandonados a su suerte. Y se les veía callejear por pueblos o ciudades en los que los laceros los acechaban para cazarlos y darles muerte en las perreras adecuadas al efecto. Lugares tétricos.

Tampoco se me puede olvidar la crueldad que la gente exhibía cuando tenía a un perro vagabundo a tiro de piedra. El animal era perseguido entre gritos de dale fuerte y allá que corría como un poseso aullando de pánico y de los dolores que le iban causando las patadas y pedradas que iba recibiendo en su desenfrenada huida. Aterrorizado, terminaba cobijado en sitio del cual salía ya moribundo y era rematado.

Aquella aversión hacia el mejor amigo del hombre, en los años del miedo y de la canina, al margen del temor a la rabia, fue remitiendo a medida que los españoles iban viendo cómo los primeros turistas, sobre todo los ingleses, cuidaban a sus mascotas. Unos cuidados que tardaron en entender. Pero que hicieron mucho bien entre quienes incluso se escandalizaban cuando veían el tratamiento que los extranjeros daban a sus animales de compañía.

Eso sí, dado que la cabra siempre tira al monte, aún recuerdo que, viviendo yo en Mallorca, año de 1975, cuando España ya no era aquel país montaraz de la posguerra, leí la siguiente noticia: Málaga: “Ciudad de exterminio”. De exterminio de perros y gatos. Aquel verano del 75, según estadísticas, en la Costal del Sol se llegó a matar la escalofriante cifra de 6.000 perros y cerca de 1.000 gatos.

Cierto es que había habido brotes de rabia en aquel verano -estación propicia, rabia que también podía provenir de las ratas-, y aprovechando que hubo una desgracia, se procedió a una matanza de animales ejecutada con un sentido vindicativo y hasta con revanchismo social; pues no faltaban periodistas y concejales eficaces que se escandalizaban por el buen trato que muchos perros recibían ya de sus propietarios.

Aquel verano –malagueño- se distinguió por ser tenido como el verano en el cual se convirtió en una especie de deporte la persecución de perros y gatos. Perros y gatos abandonados por sus dueños, ya cazadores o tipos con la hiel reventada. Fueron perseguidos para darles muerte de manera ignominiosa. Exagerada era la conducta del ayuntamiento malagueño al poner multas de 10.000 pesetas a dueños de perros no portadores del incómodo bozal. Lo que dio pie a que la aversión hacia los animales fuera aumentando. Y hasta se habló de mafias de cazadores. Donde los buenos vieron perjudicados sus nobles comportamientos por causa de otros que usaban a los perros a conveniencia y luego se cebaban con ellos. Hay cazadores que siguen comportándose de forma que piden a gritos castigos ejemplares. Pero la administración, en este caso, mira hacia otro lado. Es lo que viene haciendo el consejero de Sanidad de Ceuta.

Lo escrito está dedicado a los propietarios de perros que me lo han pedido. Incluso me han dicho que hay cierto periodista escribiendo del asunto al dictado de la autoridad competente. Vamos, que es sobrecogedor. No lo sé. Pero… conviene referirlo.
 

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