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OPINIÓN - MARTES, 21 DE AGOSTO DE 2012

 
OPINIÓN / ANALISIS

¿Y a qué huele la niebla de Ceuta?

Por Nuria de Madariaga


Si tuviera que comparar esta mágica niebla atlántica que ha envuelto la ciudad con gasas blancas con un animal no sería con una gaviota, por bien que me caigan con sus acrobacias aéreas y por más que me pese el que el cruel Gobierno de la ciudad las tenga “esmayás” de hambre y escarbando, las pobrecitas, en los contenedores, con lo barato que sería instalarle unos comederos y llenarlos de jurelillos o de sardinas. ¿La Consejería de Medio Ambiente y el amor por las criaturas de Dios “existe” o es una entelequia y una pura “pose”?.

Mezquindades y antiecologismo aparte cuando admiro y me envuelvo en estas nieblas que huelen al Finisterre atlántico, a menhires, a druidas y a litoral Portugués; veo el vapor brumoso tan lindo que recuerdo a Platero ese que era “pequeño, peludo y suave” el burrillo de Juan Ramón Jiménez, escritor de los ángeles, ese animal que tenía los ojos como dos escarabajos de cristal negro y que enamoró las nostalgias de los niños de mi generación. Y despertó en nostros la miajilla de amor por la poesía que pudiéramos llevar implantada en la sesera de generación en generación. La niebla es algodonosa, igualito que Platero y es suave y húmeda como la lengua de una buena mascota cuando besa a su amo. Quiero decir de un perro, porque la lengua de los felinos tiene un punto de raspor que su dueño no percibe, porque un beso siempre es un beso y por lo tanto, bien recibido, pero resulta lijosilla.

Con esto se llega a la deducción de que la niebla que desdibuja los contornos y llena de fragancias salobres y entrañables nuestro espacio vital, no recuerda en nada al beso de un gato, sino que trae remembranzas de esos lugares en los que se instalan aspersores que vaporizan agua sobre la gente para darles sensación de frescor y espantar las calores (con el consiguiente destrozo en los pelos de las mujeres que se encrespan por la humedad y se ponen hechos un asco) Otra deducción: la humedad intrínseca de la niebla causa estragos en los peinados de las damas. Pero no importa, porque la que ha envuelto Ceuta los dos últimos días era típico “puré de guisantes” londinense y tan naturalmente lograda por los mares y el calor, que parecían efectos especiales de Spielberg o paisajes impresionistas pintados con espátula por los ángeles de Dios para luego hacer una exposición en la sede de la Fundación Crisol de Culturas. Por cierto a Jesús Fortes, que es un sabiondo, le encanta la idea de la acepción Ceuta= Museo de nubes. Con entrada libre. Porque quien haya vivido toda la vida bajo esta especie de capilla Sixtina de nubes celestiales que es Ceuta, como está acostumbrado no le hace caso, pero para quienes venimos de la Iberia Vieja del otro lado de la autovía marina este despliegue de cirros, cúmulos, jirones blancos, nubarrones grises, reciclaje veloz en brumas y de las brumas a niebla cuyos aromas compiten con ferocidad con los perfumes de Carlos Chocrón y de su Fundación Chocrón Macías que son tan dulces que dan ganas de lamer los elegantes frascos, para alzarse con el primer puesto de la competición de Fragancias del VI Centenario del día en el que Dios sonrió a esta tierra y cómo muestra de afecto hizo llegar a ella, para reinar en majestad a su Madre, la Emperatriz de Africa, para nosotros que no tenemos la mente hecha a esos despliegues majestuosos, cada día y cada exhibición de nubes es un espectáculo digno de aparecer en una gran gala del Circo del Sol. Y lo disfrutamos dando gracias a Dios por ver tanta belleza y “por darnos cuenta”. Eso es.
 

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