Si tuviera que comparar esta mágica niebla atlántica que ha
envuelto la ciudad con gasas blancas con un animal no sería
con una gaviota, por bien que me caigan con sus acrobacias
aéreas y por más que me pese el que el cruel Gobierno de la
ciudad las tenga “esmayás” de hambre y escarbando, las
pobrecitas, en los contenedores, con lo barato que sería
instalarle unos comederos y llenarlos de jurelillos o de
sardinas. ¿La Consejería de Medio Ambiente y el amor por las
criaturas de Dios “existe” o es una entelequia y una pura
“pose”?.
Mezquindades y antiecologismo aparte cuando admiro y me
envuelvo en estas nieblas que huelen al Finisterre
atlántico, a menhires, a druidas y a litoral Portugués; veo
el vapor brumoso tan lindo que recuerdo a Platero ese que
era “pequeño, peludo y suave” el burrillo de Juan Ramón
Jiménez, escritor de los ángeles, ese animal que tenía los
ojos como dos escarabajos de cristal negro y que enamoró las
nostalgias de los niños de mi generación. Y despertó en
nostros la miajilla de amor por la poesía que pudiéramos
llevar implantada en la sesera de generación en generación.
La niebla es algodonosa, igualito que Platero y es suave y
húmeda como la lengua de una buena mascota cuando besa a su
amo. Quiero decir de un perro, porque la lengua de los
felinos tiene un punto de raspor que su dueño no percibe,
porque un beso siempre es un beso y por lo tanto, bien
recibido, pero resulta lijosilla.
Con esto se llega a la deducción de que la niebla que
desdibuja los contornos y llena de fragancias salobres y
entrañables nuestro espacio vital, no recuerda en nada al
beso de un gato, sino que trae remembranzas de esos lugares
en los que se instalan aspersores que vaporizan agua sobre
la gente para darles sensación de frescor y espantar las
calores (con el consiguiente destrozo en los pelos de las
mujeres que se encrespan por la humedad y se ponen hechos un
asco) Otra deducción: la humedad intrínseca de la niebla
causa estragos en los peinados de las damas. Pero no
importa, porque la que ha envuelto Ceuta los dos últimos
días era típico “puré de guisantes” londinense y tan
naturalmente lograda por los mares y el calor, que parecían
efectos especiales de Spielberg o paisajes impresionistas
pintados con espátula por los ángeles de Dios para luego
hacer una exposición en la sede de la Fundación Crisol de
Culturas. Por cierto a Jesús Fortes, que es un sabiondo, le
encanta la idea de la acepción Ceuta= Museo de nubes. Con
entrada libre. Porque quien haya vivido toda la vida bajo
esta especie de capilla Sixtina de nubes celestiales que es
Ceuta, como está acostumbrado no le hace caso, pero para
quienes venimos de la Iberia Vieja del otro lado de la
autovía marina este despliegue de cirros, cúmulos, jirones
blancos, nubarrones grises, reciclaje veloz en brumas y de
las brumas a niebla cuyos aromas compiten con ferocidad con
los perfumes de Carlos Chocrón y de su Fundación Chocrón
Macías que son tan dulces que dan ganas de lamer los
elegantes frascos, para alzarse con el primer puesto de la
competición de Fragancias del VI Centenario del día en el
que Dios sonrió a esta tierra y cómo muestra de afecto hizo
llegar a ella, para reinar en majestad a su Madre, la
Emperatriz de Africa, para nosotros que no tenemos la mente
hecha a esos despliegues majestuosos, cada día y cada
exhibición de nubes es un espectáculo digno de aparecer en
una gran gala del Circo del Sol. Y lo disfrutamos dando
gracias a Dios por ver tanta belleza y “por darnos cuenta”.
Eso es.
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