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OPINIÓN - MARTES, 21 DE AGOSTO DE 2012

 

OPINIÓN / EL OASIS

La imaginación de mi amigo
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

El conejo, que es animal muy español y que siempre abundó en nuestros campos, pasa por ser miedoso y asustadizo. Amén de ser tenido por animal tímido y astuto. Como de piel y carne apreciadas.

Según un amigo, con quien a veces mantengo conversaciones interesantes, Juan Luis Aróstegui presume de ser tímido, lo cual no obsta para considerarse tan sagaz y hábil como para conseguir cuanto se propone de Juan Vivas.

Por lo tanto, tras oír a mi amigo, lo primero que hago es atribuirle al líder de Caballas la cualidad del conejo. Espero que ello no sea entendido como un ataque a la persona y si al hecho de comportarse ésta como un magnífico mamífero roedor. Que no es poca cosa.

Mi amigo me pone al tanto de cómo Vivas le ha servido a Aróstegui como terapia para paliar en parte ese miedo escénico que antes tenía a hablar en público y a mostrarse siempre dispuesto a llevarle la contraria a las ideas de los demás. Porque antes de conocer a Vivas, Aróstegui se ponía una máscara para asustar al enemigo. Una máscara de guerrillero: iba vestido de Che Guevara y procuraba reventar cualquier acto público donde tuvieran que decir algo los franquistas. Ya que él consideraba a todos los ceutíes participantes en política, a finales de los setenta y principios de los ochenta, residuos del peor franquismo.

Fue conocer a Vivas, siendo éste funcionario muy principal, y dejar de beber Juan Luis. Ya que la bebida, continúa hablando mi amigo, también le servía como estimulante para poder ir poniendo el mingo a base de disparatar en sitios públicos y haciendo posible que la bronca surgiera en cualquier momento.

Lo que no entiendo es qué vio en Juan Vivas para cambiar tanto…, le digo a mi interlocutor.

Muy fácil, Manolo, Aróstegui se prendó de Vivas la primera vez que le oyó hablar en público. Ya que él tenía asumido que Vivas era aún más tímido que él, aunque menos astuto. Puesto que de sobra es conocido el mucho trabajo que le ha costado siempre a nuestro hombre reconocer que alguien le aventaje en algo.

Así, no dudó en preguntarse: “si éste, es decir, Vivas, que se sonroja por cualquier nimiedad y suda cuando le toca hablar ante la gente, está superando ese trance sin usar disfraces ni tampoco echando mano de la botella, por qué razón no voy yo a prescindir de máscaras, disfraces y estimulantes variados. Y, claro, se puso manos a la obra.

Lo más inmediato fue conocer a Vivas de cabo a rabo. Pero antes hubo de dejarse ver por garitos y, sobre todo, no armar más alborotos ni en la Plaza Vieja, ni en la del Teniente Ruiz, ni en otros lugares conocidos. Tras el conocimiento, llegaron, como no podía ser de otra manera, sus extraordinarias relaciones con el gran funcionario, siendo él consejero de Economía y Hacienda. Unas relaciones para enmarcarlas. Las que han seguido prevaleciendo. Hasta el punto de que se llaman por teléfono todos los días y a cualquier hora. Aunque siguen la máxima de Joselito y Belmonte: hacen el paripé de llevarse muy mal (Mohamed Alí ni se entera).

Sin embargo, hay un problema: Aróstegui, que defiende a ultranza las religiones, por considerar que son buenas todas las personas religiosas –uf-, sigue proclamando su ateísmo. Lo cual le complica pertenecer al Opus Dei… Mi amigo imagina cada cosa.
 

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