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OPINIÓN - DOMINGO, 19 DE AGOSTO DE 2012

 

OPINIÓN / EL OASIS

Chuflas y vainas
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

De presentarse altaneros y escupiendo por un colmillo, ante Mario Draghi y Ángela Merkel, los gobernantes españoles están ahora lampando porque no se produzca el rescate y, si no pueden impedirlo, al menos que nos cueste lo menos posible.

La soberbia de nuestros gobernantes comenzó mucho antes de que los populares ganaran unas elecciones que estaban chupadas. Ya que los socialistas se habían ido ahorcando con su propia soga de no querer reconocer lo que era un secreto a voces: nuestras deudas eran tantas como para excitar a los mercados como la sangre enardece a los tiburones.

La arrogancia de los políticos más destacados, y hasta la de cualquier mindundi popular, salió a relucir cuando aún le quedaba un año a Mariano Rajoy para conseguir, al fin, llegar a la Moncloa. Así que no se cortaban lo más mínimo en gritar a los cuatro vientos que las siglas del PP eran tan respetadas en Europa, y en el mundo mundial, que ellas supondrían el mejor aval para que la crisis económica hiciera mutis por el foro.

Los políticos del PP trataron de hacernos creer que ellos tenían guardado bajo llave el programa idóneo para que España saliera ilesa de la ruina en la cual la había metido Zapatero. A quien hasta se le culpaba de haber permitido los despilfarros cometidos por las comunidades gobernadas por los de la gaviota. Alegando que bien pudo intervenir para evitar que se cometieran tropelías a la carta.

Pero el colmo del orgullo desmedido, algo inherente al español, lo sacó a pasear Cristóbal Montoro, en mayo de 2010, cuando se permitió decir: ‘Que caiga España que ya la levantaremos nosotros’. Su desafortunada aseveración, en mayo de 2010, la contó, dos años después, la portavoz de Coalición Canaria (CC) y hasta dijo las razones.

No me negarán que una chulería así, que dio la vuelta al mundo, debió hacer pensar a Merkel y demás cargos europeos que se las iban a tener que ver con una partida de vainas y chuflas. Sí, ya sé que algunos de ellos tienen dos o tres carreras y que hablan dos o tres lenguas fluidamente, pero conviene recordar lo que dijo Ortega y Gasset: “Hay quienes son tontos en varios idiomas”.

El presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, dejó entrever un día que Luis De Guindos le había parecido un tipo estirado, que va por el mundo oliendo a mierda, creyéndose por encima de todos los demás, cuando sus méritos apenas son probables. En ese preciso momento, me convencí de que el italiano había leído “Un millón de gracias”: libro, cuyo autor es Antonio Burgos (de nada, maestro, por la publicidad).

La diferencia entre vaina y chufla es la que existe entre De Guindos y Montoro. Al segundo, le puede la vulgaridad; una cruz que no puede quitarse de encima por más que sea catedrático de no sé qué y haya ocupado cargos importantísimos. Lo delata su sonrisa, en los momentos en que debiera dar ejemplo de una seriedad acorde con el derecho que tiene a cumplir su cometido por el bien de los españoles.

Todo lo contado viene a colación por unas declaraciones hechas por la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, y que he leído hace veinticuatro horas. En la cual evidencia ser licenciada en chuflerías variadas. Ya que hay que ser muy zoquete para no percatarse de que trata de ridiculizar a Rajoy, despreciar a Zapatero, y hacerle el artículo a José María, su marido. A quien ella idolatra. Como suena.
 

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