De nuevo la obra arquitectónica y sus aledaños han sido
objeto de daños por parte de unos sinvergüenzas que,
aprovechando sin dudas la oscuridad, han deteriorado y
ensuciado los muros y las instalaciones a golpe de spray y
siendo plenamente conscientes de la ilicitud de su conducta.
¿Serán los mimos energúmenos-as que ya causaron daños con
hubo que reparar limpiando con arena las paredes por cuenta
de una empresa con el consiguiente gasto para la
ciudad?Incívicos, vándalos y encima imbéciles, porque esta
vez se han parado a empuercar con listados de nombres y
apellidos. Lo que no significa que los culpables del delito
de daños sean lo que allí aparecen reflejados, ya que bien
puede pasar que alguna “compañera” esencialmente “graciosa”
y bastante descerebrada y hablo en femenino porque la letra
me parece de chica, se haya molestado en comprometer a
compañeros de clase o de pandilla poniendo en negro sobre
blanco sus nombres y apellidos y por lo tanto
comprometiéndoles.
¿Cosas de jóvenes? En absoluto. Nada de excusas porque
“precisamente” nuestros jóvenes han sido educados o al menos
deberían haberlo sido, dentro de una sociedad con normas de
conducta muy concretas para la convivencia y saben
perfectamente lo que son actos vandálicos, lo que es
gamberrismos y qué conductas están prohibidas porque causan
un daño sobre una propiedad ajena. No se puede alegar que ha
sido obra de una pandilla de “asilvestrados” que vengan de
una aldea en un monte, sino que son jóvenes ceutíes, conocen
perfectamente el valor arquitectónico de la manzana del
Revellín, saben que es un espacio cultural y no una tapia
abandonada en medio de un campo y con ello afirmo que los
autores-as han sido plenamente conscientes del mal que
estaban causando y lo han querido causar. Y encima sabiendo
que limpiar lo que han deteriorado vale mucho dinero. No hay
problema.
Tirando del hilo de los nombres y apellidos se determinará
la autoría y si el o la gamberra que atenta contra bienes de
los que disfrutan todos los ciudadanos, es “menor” es decir
que temprano empieza a delinquir porque los daños son un
delito previsto y penado en el artículo 323 del Código Penal
y encima hay que repararlos, serán los padres quienes
resulten condenados a rascarse el bolsillo por cuenta de las
“gracietas” de sus indeseables vástagos.
Porque no hay excusas, el grado de formación en civismo y en
conciencia ecológica que reciben los jóvenes de hoy es muy
elevado y los mensajes de estricto respeto a los espacios
públicos, reciclar, no tirar plásticos ni basuras, cuidar
las zonas verdes, no contaminar y “salvar el Planeta” son
una constante. Es más se encuentran sobresaturados de
información y quien comete una fechoría que perjudica a todo
el espectro social, llámese causar un incendio en una
papelera, llámese ensuciar los muros de un espacio de valor
cultural y arquitectónico, lo hacen con premeditación y
alevosía y no me atrevo a apuntar los efectos de algún
botellón porque beber en la minoría de edad es ilegal, pero
si me atrevo a señalar muchas risitas nerviosas y muchos
gritos mientras dañaban los espacios comunes.
¡Lástima por los padres! ¡Con lo duro que es ganar dinero en
tiempos de crisis! Pero si los autores son menores a la
postre los padres tienen que pagar porque son los
responsables últimos. ¿Y a los gamberros-as? “El servicio a
la comunidad”. ¿Y qué disfrute hay en causar daños? No lo
sé.De verdad no lo sé.
|