Somos realmente conscientes de que nos sonríen por igual la
fortuna y la meteorología? Sólo hay que haber seguido,
aunque sea a pies juntillas, las vicisitudes de los calores
veraniegos en la Península, donde se han alcanzado muy mucho
los 40º en diferentes regiones y se han sucedido las alertas
de distintos colorines, pero todas malas para la salud.
Suerte de vivir en la España atlántica y tirando para arriba
Finisterre y un poco menos arriba el Algarve portugués que
tiene un clima calcado al ceutí en plan reminiscencia
histórica del glorioso 1415. Así llegaron los portugueses,
que voy que vengo, trajeron su Virgencita templaria portada
en andas por los templarios camuflados de Caballeros Negros
y de paso implantaron la luz de Occidente y el clima, para
que nos vamos a engañar. Porque los lusos son atlánticos y
para llegar a nuestro Finisterre mágico y telúrico hay que
bordear el perfil de la Iberia Vieja. ¿Y qué tiene el
Algarve con sus playas que no tengamos en Ceuta con las
nuestras? Pues se lo voy a confiar y es una especie de
secreto de Estado de alta geopolítica del que me enteré en
un taxi: tienen que allí la tradición es que se vendan una
especie de buñuelos aceitosos en las playas, los hay con y
sin crema y los llevan bien en una neverita bien en una
cesta. Pero legalmente, quiero decir que en Portugal
permiten vender comida sin control sanitario en las playas
mientras que en Hispania, perdón en España (se me ha
escapado el nombre con el que nos bautizaron los invasores
romanos de quienes dice la Historia que eran recibidos por
los celtíberos con la admonición de “Me cago en los romanos,
que nos están jodiendo y nos quitan el grano” ¡No tenían
malaje los centuriones!) En una palabra, aquí no está
permitido por más que existan escaramuzas, sobre todo de
pasteleros argentinos (con los dos apellidos españoles y
descendientes directos de bisabuelos con ADN Atapuerca)
rectificaré, venden dulces hijos o nietos, o biznietos
retornados a la Madre Patria que tienen unas manos para la
repostería que es la gloria de Dios y más ganas de trabajar
que los propios chinos, que miren que son trabajadores y
laboriosos. Pues nuestros retornados ponen en una bandeja un
paño blanco como la nácar y sobre el paño esos croissants
que saben a dulce de leche y pastelillos que saben a dulce
de leche que es sabor de la leche condensada “la lechera”.
Los bañistas les compran porque saben que los dulces aún
guardan el calor del horno, pero llegan los guardias y les
confiscan los bizcochos y se los llevan porque está
prohibido por el tema de las intoxicaciones y mis fuentes me
chivan que en la comisaría se comen los dulces para ver si
son tóxicos y les pueden imputar a los pasteleros un delito
contra la salud pública si un guardia resulta envenenado.
¿Han visto que conducta tan altruista? ¡Para que luego
digan!. Pero el caso es que en Ceuta no se venden buñuelos
azucarados en las playas y aparte de ese detalle las mismas
aguas atlantes y quiméricas nos bañan. Sólo que los
portugueses han sabido atraer a mucho turismo de guiris
porque tienen cabeza mientras que aquí la única vía de
expansión turística que es Benzú ya la están pretendiendo
joder con el Europan y construir “la vivienda social” y les
garantizo que el turismo de categoría no busca la vivienda
social sino buenas infraestructuras, muchos chiringuitos
donde se baile salsa, locales de ambiente, islitas
artificiales rodeando el Perejil dentro de nuestras aguas
territoriales ceutíes, mucho yogurín haciendo surf, mucho
tanga y nada de 40º porque con esos calores no se puede
salir a la calle y si se turistea es precisamente para estar
todo el día en la hamaca, en la terracita sorbiendo
caipirinha o mojitos granizados de ron y con algún
pinchadiscos que no esté muy colgado para animar el cotarro
por las noches. Noches que aquí piden muchas veces “una
manguita” cuando sopla el poniente ¡Un frescor! ¿Y nos vamos
a quejar de los calores? ¡No tenemos perdón!
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