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OPINIÓN - JUEVES, 16 DE AGOSTO DE 2012

 

OPINIÓN / SNIPER

Ceuta, la libertad cuestionada.
El caso de Mustafá Mojtar

 


José Luis Navazo
yebala07@yahoo.es

 

El pasado 14 fue un día triste. A eso de las 13 horas y tras localizarme con el móvil, nada fácil pues andaba pateando por una ruta de montaña, un apesadumbrado pero sereno Mustafá Mojtar me contaba que la pasada madrugada, a eso de las 5, su coche había sido quemado en Hadú. La realidad es que tras sus valientes declaraciones publicadas el 3 de agosto en El Pueblo, en la que denunciaba el deterioro de la convivencia en Ceuta, las coacciones y amenazas (algunas emitidas con nombres y apellidos que por el momento vamos a obviar) no han dejado de llover, in crescendo, sobre Mojtar y su familia. ¿Cuál fue el “pecado” de Mustafa…?: ¿advertir acaso de que en Ceuta “se han infiltrado corrientes rigoristas que en nombre del Islam están manipulando a todos los musulmanes y calentándoles la cabeza sobre todo a los jóvenes. Algo muy peligroso”?; o que “las mezquitas son lugares de paz, son espacios para rezar. Las mezquitas no son en absoluto lugares para lavar dinero negro, de la droga vamos o para radicalizar a la comunidad, calentándole la cabeza a los jóvenes. ¡Las mezquitas son solo para rezar!”.

Mustafa Mojtar está empezando a pagar un duro precio, cuando en sus declaraciones (de ellas hablamos largo y tendido a lo largo de la entrevista) solo le movía “El amor por mi ciudad, Ceuta, mi dolor por la manipulación de la comunidad musulmana y los intentos por radicalizarla, mi gran preocupación por el futuro de la convivencia en Ceuta”. Mojtar se ha encontrado, posiblemente, envuelto en un doble frente: por un lado, posiblemente, la incomprensión de una parte de su comunidad; por otro, la eventual venganza de aquellos que se han visto afectados, en primer lugar el entorno islamista radical que, “chuia chuia”, se va apoderando de diferentes resortes desde los que, cuando proceda, se lanzarán como lobos hambrientos contra la siempre delicada y frágil convivencia que se vive en Ceuta. Sin olvidarnos de las mafias que, emboscadas al calor de la religión, han podido verse aludidas. Mustafá Mojtar ha dado un corajudo paso adelante que debemos valorar en lo que vale, no solo la mayoría de los musulmanes sino también todos los demás. Mustafá Mojtar, este musulmán piadoso y practicante de los pies a la cabeza que cree en la tolerancia y defiende la convivencia, debe saber que no está solo, que la Policía (en cuyas dependencias pasó buena parte de la mañana del catorce) actuará sin dilación, capturando tarde o temprano a los terroristas, vamos a llamarlos como se merecen. Las amenazas que sufre éste ciudadano ni deben ni pueden quedar impunes. Caiga quien caiga pues, en este sentido, podría haber alguna sorpresa. Si los culpables directos son los autores de la quema del vehículo, hay también un entorno ideológico que no ha dejado de crear un caldo de cultivo para hacerle la vida imposible a Mojtar y los suyos.

En Ceuta sobran extremistas: si tienen la nacionalidad marroquí, expúlseles a su país de origen; si son españoles, apriétenseles las clavijas. Y de paso, prohíbase el paso a territorio nacional a presuntos imames sectarios y radicales, adalides de la violencia, como el tetuaní Hamdouchi, un peligro andante. Con ésta columna este escribano del limes expresa su solidaridad activa con Mustafá Mojtar, poniendo mi pluma a su disposición. Mojtar tiene datos concretos sobre lo que ha denunciado. Yo también, con nombres y apellidos insisto. Y, como ya advertí alguna vez, no me temblará el pulso a la hora de escribir: “No he de callar por más que con el dedo, ya marcando la boca ya la frente, silencio avises o amenaces miedo”. Y que salga el sol por Antequera. Visto.
 

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