En realidad la zona playera no es
más que una arenosa extensión de los paseos marítimos y de
ser una playita en alguna cala una extensión del paisaje.
Pero desde el principio de los tiempos la gente acude a
refrescarse aunque es a partir del siglo XIX cuando se
inicia el boom de los baños de mar y de los balnearios. Lo
cierto es que, si existen prohibiciones y normas que regulan
el uso y disfrute de las playas es porque determinados
elementos de talante asilvestrado no saben respetar al
prójimo y exhiben comportamientos incívicos.
De hecho ¿cuántos lustros se ha tardado en reglamentar la prohibición de
jugar al fútbol en la playa? ¿Quién con algunos años y otras
tantas patas de gallo no recuerda unos tiempos en los que
los tíos se ponían a meter balonazos y raro era el día en el
que no se escapa la pelota y le daba a una señora que estaba
tomando el sol? ¿Y el jugar a las palas a pie de rompeolas
con el peligro de pegarle un bolazo a quienes están
paseando? ¿Y poner a los niños chicos a hacer caca en un
agujero excavado en la arena de la orilla? ¿Y el de la
toalla de al lado con el “radiocasé” a toda pastilla
atronando con el chumba-chumba del pachanguéo?
Y lo malo es que en determinados enclaves de España hay
jóvenes que no son excesivamente corteses y si alguien les
llama la atención por su conducta contestan de mala manera
“Señora, ¿se quiere ir usté a tomar por culo?” Jóvenes por
no decir familias enteras que acampan en las playas y se
montan tiendas con sábanas y toallas y sacan la nevera
portátil con las latas de cerveza, el gazpacho y el embutido
cuando no montan al son de la canción ¡la barbacoa, la
barbacoa! y se lían a asar esas costillas de cerdo que son
la bendición de Dios o arman candela con carbón para
ensartar sus sardinas en espetos.
En Andalucía hay de todo están las abolengosas playas del
Marbella Club y están otras más populares donde ponen de
mañana los melones y las sandías a refrescar en un hoyo en
la arena de la orilla y van tirando de paellera y de avíos
de todo tipo. Eso sí, quitando en playa Benítez que al menos
el año pasado estaba un poco anárquica con música a todo
volumen y un tipo, acampadas y demás aparte de sucia, las
otras playas ceutíes son muy agradables y nunca he visto a
nadie con una mesa instalada cortando esas lascas de jamón
que son la gracia de Dios Misericordioso para darse un
convite con familiares y allegados.
España Cañí. Y que se jodan los guiris. ¿Qué sino Lujo
Supremo es alargarse al bajamar con los arreos, su mesa
plegable, su tabla jamonera, su cuchillo jamonero, su pata o
su paletilla de bellota, aceitosita, su pan cateto bautizado
con un chorreón de aceite de oliva y su perola con sangría
en la que flotan los cachos de naranja ¿Qué sabrá de calidad
de vida el que no es español? (Nunca olviden que ¡Fuimos
Imperio!) ¡Y viva el Crisol de Culturas y el jamón de
Guijuelo que no lo hay mejor en el mundo!¿Que si no le doy
un viva a los embutidos ibéricos? Vale. ¡Viva!. Pero España
Cañí e ikebana ibérico con su clavel, su polvorón, su
pandereta y su botella de anís Machaquito al margen, estamos
en la era de la información y “todos” sabemos al dedillo qué
se puede y que no se puede hacer en los espacios públicos.
Y a quienes destrozan esos espacios no se les considera unos
“rebeldes perlillas” sino unos hijos de la grandísima puta y
que paguen los padres los destrozos. Porque hay
prohibiciones que se hacen para torearlas una miajita pero
otras son imprescindibles para poder vivir y disfrutar en
paz.
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