Que la gente es muy mala y hay mucha envidia en el mundo,
trasciende su inconsistente significado de “dicho” para
alcanzar cotas de evidencia irrebatible. Víctima me declaro
de malos sentimientos ajenos cuando hace un par de fechas
decidí explorar los prolegómenos de la insulsa crónica
social, contando por consiguiente con quién me voy
encontrando por la calle y quién me saluda y se para a
halagarme y quién no lo hace, evidenciando que es mala
persona y de pérfidos instintos.
Lógico el recelo, porque para hacer crónica no vale
referirse a uno mismo en tercera persona y menos aún
utilizar el plural mayestático sino hay que repetir
denodadamente el “Yo” que es una especie de constante vital
para quien se siente especialmente satisfecho de su propio y
estúpido ego. Pues bien, yo y nadie más que yo y en primera
persona, me dirigí al Parador a la hora del brunch para
coincidir con el “quien es quien” e intercambiar los saludos
de rigor, lo que me daría la conveniente entrada para
relatar a quién he saludado. ¡Puta desdicha! Allí se
encontraban unos señores, pero no intercambiamos
protocolarios saludos porque ni yo les conocía a ellos ni
ellos a mí y no era cosa de presentarme espontáneamente para
luego tener la excusa de contarlo.
Regurgité amargura por el duro trance ¿Y si alguno de esos
tipos era un ciudadanos ilustre de abolengosa trayectoria y
yo me estaba perdiendo la ocasión de departir con él?
Fracaso absoluto. Ni pedí un café en la barra porque no iba
a gastarme los dineros “a cambio de nada” así que guardé el
euro veinte y me fui al Tryp a ver si tenía más suerte. Allí
al menos había asistido a los actos del PP y a la
presentación de la Fundación Chocrón-Macías y lo mismo
sonaba la flauta y me encontraba con algún conocido o lo que
es más reseñable, lo mismo recibía una llamada de teléfono
de un fan de Churriana para felicitarme por la agudeza de
mis artículos y el amplio despliegue terminológico que me
dispensan mis muchos años de aulas universitarias y
diplomaturas varias (ya se sabe que a la hora de alabar el
personal mira con lupa el curriculum por el tema de la
titulitis y encima te preguntan cuál ha sido tu Colegio
Mayor, por cierto yo estuve en el Jesús María de Granada y
la directora era una Ibarra de Sevilla y también en el
pamplonica Goimendi en los cursos de francés y la directora
era una Gil de Santibáñez). Pero recibí una poca mierda,
porque he de confesar que por unos artículos ramplones no
hay quien descuelgue un carajo de teléfono para llamar a
nadie. Y encima en el Tryp no conocía ni a la señora de la
limpieza así que no pude saludar y por lo tanto me abstuve
de gastar mi moneda. A quien vi por la acera de enfrente fue
a Luz Elena Sanín, pero no me saludó porque no me vio. Así
que tiré por el Revellín decidiendo que, a falta de saludos
y parabienes, bien podía meterme con algún político y “decir
que me han dicho” ya saben, su miajita de maledicencia,
puedo decir que me he encontrado con Jesús Fortes y que me
enterado que el Crisol de Culturas lo financian la CIA, el
FBI y el MI5, pero no me iban a creer y encima acababa de
almorzar con el comisario (de menú) y no hablamos de
servicios secretos sino de las perspectivas de ese Crisol
que nos reafirma en nuestra alma ibérica, hispanolusa.
¡Ruina! Un día entero por las calles dando más vueltas que
una vendedora de cupones y no me he cruzado con nadie que
conozca para así poder enjaretar una mísera crónica dando
nombres. Amargamiento. Esto no es lo mío.
|