Disfrutar de vacaciones se ha
convertido en un artículo de lujo. Y qué decir de quienes
salen de viaje y se alojan en hoteles de cinco estrellas y
asisten a todos los espectáculos habidos y por haber durante
un mes tan festivo como es agosto.
En los tiempos que corren, quienes aún tienen la suerte de
estar empleados, aunque les ronde la duda de si a su regreso
se van a encontrar con la boleta del despido, pasarse un mes
tumbado a la bartola lejos de su localidad y viviendo a lo
grande, no deja de ser una demostración de insensatez.
Contraproducente resulta, en grado sumo, con la que está
cayendo, que, quienes viven de un sueldo, sigan haciendo del
ocio una necesidad veraniega que vaya acompañada de gastos
que son más bien de nuevos ricos o de ricos de toda la vida.
Cuando más le valdría, a esa clase media a la cual me
refiero, quedarse en su lugar de origen. No vaya a ser que
el demonio de los recortes, que ya se ha instalado,
definitivamente, en la mente de Mariano Rajoy, les
ponga a la vuelta de las vacaciones en una situación de
precariedad de larga duración. Así, nada extraño sería que
estuviesen acordándose de las últimas vacaciones hasta vaya
usted a saber…
Servidor, que tiene la sana costumbre de veranear en esta
tierra, desde hace tres décadas, amén de bañarse menos que
otros años, ha decidido escribir todos los días de un mes en
el cual escasean las noticias y cuesta lo indecible darle
vida a la columna diaria. Créanme que el ejercicio no es
fácil.
Máxime cuando yo contaba con la colaboración del alcalde, es
decir, yo me había hecho a la idea de que la crisis,
convertida ya en tragedia, iba a ser suficiente motivo para
que Vivas no se moviera de su despacho durante una canícula
que será recordada como los tiempos en los que la peste se
enseñoreaba de la tierra. Con el fin de permanecer en su
puesto como faro y guía y también generando noticias con las
que uno pudiera hacer los comentarios correspondientes.
Pero que si quiere arroz, Catalina: nuestro alcalde decidió
quitarse de en medio, hace días, sin dejar dicho dónde está,
siquiera fuera para ponerme en contacto con él y hacerle la
entrevista del verano que todo famoso merece. Una entrevista
con derecho a que él tuviera acceso a ella, antes de ser
publicada, si acaso me lo pedía durante el acuerdo. A fin de
que no volviera a sucedernos lo de otras veces: que él decía
no haber dicho lo que yo escribía. Menos mal que las
grabaciones siempre se pusieron de mi parte.
Volviendo a las vacaciones de nuestro alcalde -muy
merecidas, por supuesto que sí-: ¿no hubiera sido mejor que
las estuviera disfrutando en Ceuta, en su Ceuta marinera?
Frecuentando la playa de La Ribera, su playa, por vivir
frente a ella y a escasa distancia, y deleitándonos con sus
brazadas en el mar. Es más, tras el baño, luego la tertulia
a esa hora vaga de mediodía con los conocidos adecuados y a
dejarse ver en lugares públicos. Sin volver la cara. Sin dar
un paso atrás. Quieta la planta, erguida la figura y
dispuesto a soportar incluso cualquier inconveniencia
imprevista.
Sí, ya sé que uno, quizá porque el calor reblandece las
meninges o por carecer de tema, que así se dice ahora al no
tener asunto del que opinar, le está pidiendo a nuestro
alcalde un imposible. Pero a lo mejor esa forma de actuar le
hubiera puesto otra vez en su sitio. En el sitio que le
corresponde al alcalde más votado de España.
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