Una vez le oí decir a Juan
Vivas, hace ya algunos años, ser admirador de
Napoleón. Y que, aunque no se consideraba lector de
cinco estrellas, había sacado tiempo de donde no lo tenía
para empaparse de la vida y milagros de su héroe desde que
vestía pantalón corto. Desde entonces traté de observar si
el lenguaje corporal de nuestro alcalde dejaba entrever
posturas, ademanes, visajes o algún que otro aderezo a fin
de emular a su admirado Bonaparte. En suma: de qué modo lo
mimetizaba.
Y debo confesar, sin ánimos de dármela de nada, que descubrí
bien pronto que Vivas, además de ser un rendido admirador de
aquel general republicano a quien sus soldados llamaban el
Pequeño Cabo, se acicalaba el pelo a veces como el gran
conquistador francés y jugaba con sus manos de manera casi
idéntica.
Tentado estuve de preguntarle, durante aquel tiempo en el
cual nuestro alcalde llevaba a gala ser accesible a
cualquier ciudadano, si él conocía uno de los dones más
grandes que tenía su idolatrado Emperador de Francia y
conquistador consagrado como el mejor táctico bélico.
Pero me contenía, debido a que me parecía que mi pregunta
podría ponerle en un aprieto. Vamos, que no supiera
responderme. Máxime si ello sucedía delante de aquella
cohorte que siempre le acompañaba en cualesquiera de sus
comparecencias públicas. Que eran tantas como para asegurar
que jamás había ocurrido antes con ninguna otra primera
autoridad local.
Mas como nunca es tarde…, aunque ahora la dicha no sea
buena, creo oportuno recordarle a nuestro alcalde, por si
acaso él no lo sabe, tampoco está obligado a saberlo todo,
que entre los dones de su admirado Napoleón había uno
extraordinario: que era el de poderse dormir a ratos en
cualquier parte, en cualquier momento que lo deseara. Lo
cual le permitía no estar nunca cansado y poder aplicar a
sus actividades los horarios más extraños que puedan
concebirse.
Dicho ello, con el mejor de los fines, o sea, con el de
decirle a nuestro alcalde que ese don, que a lo mejor hasta
lo tiene, le vendría muy bien a él practicarlo en los
momentos de ruina económica que estamos viviendo. Vamos, que
dormir a ratos para estar lúcido muchas horas, es la mejor
forma de poder laborar a favor de una ciudad que hasta ahora
ha vivido como ha vivido… Lúcido y con ganas de trabajar
intensamente por el bien de los ceutíes, se traduciría, por
ejemplo, en moverse por la península a la búsqueda de
empresarios con capacidad de instalarse en Ceuta con grandes
almacenes o vaya usted a saber.
Verbigracia: un alcalde capaz de dormir a ratos, y abrir los
ojos en plena forma física y mental, se acordaría de que
nunca está de más pedirle una entrevista, válgame el caso, a
Isidoro Álvarez, el líder del Corte Inglés y el
primer empresario de España. Un IA que no veranea ni pierde
el tiempo tomando copichuelas con zalameros de turno, sino
que está de guardia permanente y paseando la España
canicular para poder seguir manteniendo sus muchas empresas
en pie.
Ceuta, alcalde, necesita que usted duerma a ratos y salga de
la ciudad camino de los sitios en los que pueda vender
nuestra marca. La marca Ceuta. Sería el mejor homenaje que
usted le podría rendir a su admirado Napoleón Bonaparte.
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