A penas quedan unos minutos para que den las siete de la
mañana. Las parejas se besan por las esquinas y pasa por la
portada, de ‘recogida’, un grupos de adolescentes que canta
el siempre recurrente ‘Venimos de borrachera’. Las luces de
la Feria ya se han apagado, aunque alumbran la noche, aún
cerrada, las churrerías. Los últimos suspiros de la fiesta
contrastan con el ruido de las atracciones desmontándose.
Más de doce horas se necesitan para desmontar el ‘Ratón
Vacilón’, reconoce Rake, uno de los trabajadores. Para
otras, como el ‘Flic Flac’ o la ‘Cárcel’, con cuatro o seis
horas es suficiente, . Uno de los principales inconvenientes
de la feria de Ceuta es que mientras desmontan las
atracciones necesitan de una vigilancia constante para
impedir que se suban a ellas los inmigrantes en busca de un
refugio en el que pasar desapercibido hacia la península.
“Si es que ya no sé qué hacer, han entrado tres esta mañana
y no te puedes quedar pendiente al lado de cada atracción
porque hay que ir de una a otra recogiéndolas”, lamentaría
uno de los feriantes algunas horas después, cuando, algo
antes de que den las once de la mañana, la Guardia Civil
encuentra en uno de sus camiones al cuarto de los
indocumentados que han pillado esa mañana intentando colarse
entre sus atracciones.
Últimas patatas asadas y buñuelos para paliar la necesidad
de ‘algo dulce’. ‘La Calabaza es la única caseta en la que
siguen sonando sevillanas. También están en activo las de
las discotecas. Los negociantes lamentan que aunque la
casetas estaban llenas, la gente apenas consumía. Son las
siete y media cuando la UIR y Cruz Roja abandonan el
recinto. Los servicios de limpieza ya están funcionando y la
Policía Nacional lleva 22 detenciones, todos los hombres de
origen marroquí. “Ha sido una Feria muy tranquila con
conatos de reyerta sin consecuencias”, apunta el inspector
al mando de la Policía Nacional.
A escasos metros, entre sillas guardadas en una pequeña
furgoneta se esconde un inmigrante que es descubierto por
los agentes. Intenta justificarse pero es detenido y llevado
a la caseta de guardia. El sol está saliendo y la Policía
Local acompaña a los camiones al Puerto, de cinco en cinco,
después de ser revisados por la Nacional. Les quedan muchas
horas de espera, aunque a las once saldrá el primer barco
cargado de feriantes hacia la península.
Cuqui y Bonnie, dos perros de la Policía de la República de
Portugal, hacen su trabajo de rastreo de personas, una
máquina detecta los latidos del corazón. Se habla de
chocolate con churros. El sol radia con fuerza y una sombra
-junto a la caseta en la que horas después el delegado del
Gobierno dará los primeros datos- sirve de paréntesis.
Carmen, dueña de una de las casetillas de vino, lamenta que
en Ceuta haya que realizar tantos trámites, pero Rafa,
feriante de la ‘Mininube’ agradece que gracias a estos “se
evite que muera alguien aplastado debajo de un camión”. El
inspector Macías, jefe de la Nacional, alaba un trabajo bien
hecho en la frontera y varias personas discuten sobre el
alto volumen de la feria y el exceso de los botellones. La
operación ‘Fin de Feria’ no ha hecho más que comenzar.
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