Confieso que el jueves pasado,
sabedor de que a las dos y media de la tarde podía ver en
directo a Mario Draghi, dando una conferencia de
prensa, me senté ante el televisor una hora antes, debido al
entusiasmo que me poseía desde que, días atrás, le había
oído decir al italiano que el BCE haría todo lo posible para
sostener el euro.
Si algo hacía que mi entusiasmo no fuera desmedido, era
saber que Mario Draghi no puede ver ni en pintura a nuestro
ministro de Economía y Competitividad: Luis de Guindos.
A don Mario, ese italiano hierático, a quien la solemnidad
se le estropea por la acuosidad de unos ojos que dejan
entrever su parte de tahúr, mencionarle a De Guindos le
produce el mismo efecto que el tan cacareado por Cristina
Fernández de Kirchner. Esa presidenta argentina que no
ve más que por los ojos de Alex Kicillof: consejero
económico que, al parecer, puede pasar a la historia como el
Rasputín del siglo XXI.
A lo que iba, a pesar de ese porcentaje de desconfianza,
mínima, yo esperaba que MD, aun sabiendo que él nos tiene
tirria a los españoles, porque está convencido de que todos
somos hidalgos que miramos tan por encima del hombre a los
demás como los gobernantes populares, nos dijera
abiertamente que, en nada y menos, el banco dirigido por él
tomaría las medidas adecuadas para quitarnos el canguelo que
nos viene reconcomiendo. El causado por pensar que se
produzca un rescate que nos dejaría a merced de lo que le
salga del… buyatón a la señora Merkel.
Pero mi gozo en un pozo. Puesto que don Mario -a quien le
encuentro cada vez más parecido físico a Juan José León
Molina; socialista de Ceuta- sacó a relucir su parte
alícuota siciliana para que sigamos con el corazón metido en
un puño. Anduvo en la conferencia de prensa entre síes y
noes para trasmitirnos que nuestros gobernantes han de
aceptar la realidad, por dura que ésta sea: pidan ustedes el
rescate y ya hablaremos tras reunión de las autoridades
pertinentes. Déjense, pues, gobernantes españoles de mirarme
con altanería.
Y fue nombrar el rescate y a mí aflojárseme las tuercas
primordiales de mi cuerpo. Ya que la palabra rescate, en
este caso, más que recuperarnos de quienes nos tienen
cautivos de su tejemaneje económico, es decir, sometidos a
tortura diaria con la compra de de deuda pública con
intereses desorbitados, más que sacarnos de tales garras lo
que hace es entregarnos de lleno a los mismos que vendrán a
quedarse dirigiendo el Estado para hacer con él una capa a
la medida de los intereses alemanes. Mientras que Rajoy
y sus ministros tendrían plena libertad para tomarse
vacaciones en el mejor balneario del mundo. Con el fin de
que no sufran viendo las indecibles tropelías que se
cometerían contra los más débiles.
Uno, dentro de su desesperación, que siempre es mejor
compañera que la desesperanza, atisba algo de esperanza, por
algunos síes del dirigente del BCE, y por las palabras de
Vivas en una caseta de la Feria, acerca de que todo
terminará felizmente. Y es que Vivas, al decir que
nunca nos traicionará, y que tampoco se arrugará ante nada
ni ante nadie, se ha convertido en ese héroe provinciano que
está dispuesto a enfrentarse con todo y contra todos los que
se atrevan a quitarnos el sustento. Vivas es cojonudo… Y así
lo proclaman por el recinto ferial. Donde se bebe Manzanilla
La Guita.
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