Si afirmo que cualquier celebración hindú es puro deleite
para los sentidos por su deslumbrante belleza, con el
añadido del goce espiritual que conlleva, no hago más que
manifestar algo evidente. El hinduísmo es sin lugar a dudas
un compendio de misticismo, sublimación de las expresiones
artísticas (cada escena de cada rito es en sí una obra de
arte) y profunda espiritualidad.
Es conjunción de factores y precisamente ayer, con la
majestuosa luna llena de agosto se celebró lo que en hindi
es Raksha Bandhan y en castellano “Lazos de protección” en
las que la hermana ata a la muñeca de su hermano un lazo o
rakhi a modo de petición de protección y el hermano se
compromete de cuidar de ella. El amor puro entre hermanos se
convierte así en objeto de festividad, en exaltación de la
mitología y de los arquetipos, en guiño de complicidad hacia
Indra, el rey de los dioses y su fiel Sachi atando un hilo
alrededor de la muñeca de su esposo para garantizarle la
victoria frente al demonio Vritra. ¿Y quien puede
arrebatarle el legado y el patrimonio cultural de sus
preciosas tradiciones a los practicantes del hinduismo?
Afortunados ellos que viven unas creencias tan dúctiles y
afortunadas ellas que son tratadas como diosas y como hadas,
cuando en otras religiones las mujeres no son precisamente
objeto de un tratamiento tan sensible. ¿Existe en algún rito
el recuerdo de una Draupadi capaz de coger un hilo de seda
de su sari para atarlo en la muñeca de Krisna para detener
la hemorragia porque estaba herido?.
Sí que tenemos en nuestro judeocristianismo santas mujeres,
monjas guerreras y a Juana de Arco sobre el caballo y con la
armadura, tenemos a Hildegarda de Bingen, poetisa esotérica,
tenemos... A la Madre, a María la judía, pero todas ellas
viven tragedias, dolor, privaciones, un auténtico calvario
hasta llegar a la Gloria Eterna.
La nuestra es una religión dura y guerrera, la hindú es una
religión en la que hoy hermanos y hermanas se alimentarán
con dulces ¿Y saben mi reflexión? Pues que me gustaría
viajar en el tiempo y llegar a Israel para ir en busca de
María de Nazareth y que fuera la jornada anterior a la
entrada triunfal de Jesús en Jerusalen al grito de
“¡Hosanna, bendito el que viene en nombre del Señor!” y como
antes del viaje hacia el pasado yo habría tenido la
precaución de pedir prestado un maravilloso sari a Soni, la
preciosa esposa de Suresh Danwani, le llevaría la prenda a
María, para que al menos una vez en su vida se olvidara de
la tosquedad del manto y de la túnica y se vistiera con un
sari de seda, delicado como el ala de una mariposa, seda con
los bordes brocados y cuajada de perlas ¿Y cómo iba a estar
de guapa la Virgen? ¿Y cómo se iba a quedar el Hijo al ver a
su madre tras el cortejo ataviada como la Reina que iba a
ser? ¿Y qué diría Jesús?
Pues diría en arameo “¡No veas mi madre, lo preciosa que
está!” Y se sentiría feliz de ver a su Madre tan guapa y
además la Virgen repartiría hilos-rakhis entre apóstoles,
discípulos y santas mujeres, para que los intercambiaran
porque, ante el buen Dios, todos los hombres y mujeres somos
hermanos y nuestra primera obligación es amar al prójimo
como a nosotros mismos. Pero eso no se manifiesta en bellos
hilos adornados ni en comer dulces en señal de hermandad,
porque nosotros construimos las grandes catedrales y las
inmensas obras de pintura y escultura que son el orgullo de
la Humanidad, pero luego fallamos en lo pequeño y hermoso
como el rakhi, así que espero que algún amigo hindú me
ofrezca uno. Y también los dulces.
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