Desde hace muchos años, sin
necesidad de remontarme a las animadoras de baloncesto en
Estados Unidos, a quienes nos gusta este deporte hemos
podido disfrutar también de un grupo de jóvenes muy
preparadas físicamente y que saltan, bailan y se atreven con
coreografías musicales que llaman la atención, antes de que
comiencen los partidos y en sus descansos.
En cierta ocasión, tuve la oportunidad de preguntarle a un
preparador físico, muy amigo, si esas mujeres trabajaban en
el gimnasio tan duramente como se me había dicho. Y su
respuesta fue la siguiente: trabajan lo indecible y acometen
los esfuerzos con enorme entusiasmo. Es más, te puedo
asegurar que le dedican a la preparación tres o cuatros
horas diarias.
Quise saber si las animadoras eran elegidas entre féminas de
rostros más que agraciados y en posesión de un cuerpo
esbelto y bien tonificado, conocido popularmente por cuerpo
danone. Y me contestó así: no hace falta ser muy listo para
saber que casi todas ellas proceden de escuelas de baile y
de gimnasios donde llevan muchos años ejercitando el cuerpo.
Y, si encima, son mujeres espectaculares, miel sobre
hojuelas. Pero no existe la menor exigencia acerca de que
sean guapas de romper moldes. Basta con que presenten un
esqueleto trabajado y capacitado para la tarea encomendada.
Pues bien, creo que fue en el verano de 2009, durante el mes
de julio, que la selección española de baloncesto se
concentró en el complejo deportivo y hotelero de Bahía Sur
en la localidad gaditana de San Fernando. Con el fin de
adiestrarse para una competición europea. Y, claro, jugaron
un partido de preparación en la Isla de León. Y los
organizadores del partido tuvieron a bien darle la
oportunidad de lucirse a un grupo de animadoras aficionadas
de la provincia. Y, con todos mis respetos para aquellas
chicas, cada vez que actuaban dejaban ver que no habían
nacido para ganarse la vida como animadoras en pistas de
baloncesto. Bueno, ni en pistas de baloncesto ni en ningún
otro sitio. Vaya la razón: no reunían las condiciones
físicas precisas y se les notaba a la legua que no estaban
ejercitadas. Incluso comprendí que movían a la risa. En
suma: no contaban con los requisitos debidos para
convertirse en profesionales de la cosa. Es decir, artistas
capaces de divertir a la concurrencia que se había dado cita
en el recinto deportivo.
Se nos viene diciendo, a modo de queja, que las mujeres, en
este caso no hablamos de los hombres, más guapas gozan de
mejores oportunidades a la hora de conseguir un empleo que
las menos agraciadas, en igualdad de condiciones. Y hasta
con menos conocimientos del trabajo a que aspiren. Lo cual
es algo que hay que poner en cuarentena. A no ser que la
exigencia del empleo radique en poseer una figura que se
meta por los ojos de las personas a las que la mujer deba
atender.
Las mujeres que han de atender a las personas invitadas a un
vino, máxime en una feria, además de ir ataviadas con el
traje regional correspondiente, han de saberlo lucir con
garbo y han de estar tan bien físicamente como exigible
sería que supieran expresarse como cualquier relaciones
públicas. Si es así, si las veinteañeras contratadas para
servir manzanilla en una caseta de la Feria cumplen con
tales requisitos, la denuncia de ‘sexismo’ por parte de
Caballas debe ser considerada como la opinión de dos
chiquilicuatres a los que no hay que hacerle ni caso. Dicho
queda.
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