Es a las 21,30 o a las 21,40 el momento prefijado para
romper el ayuno de la jornada de Ramadán? Ahí existen diez
minutos en litigio cuyas diferencias irán acortándose
conforme avance el mes y vaya adelantándose la hora violeta.
Porque el primer bocado coincide precisamente con esa hora
violeta de hondas reminiscencias místicas y literarias y
representa cada nuevo día una nueva esperanza y un motivo de
satisfacción por haber cumplido fielmente un compromiso
adquirido con nuestro Creador: el compromiso de ayuno
parcial.
Y lo contemplo desde la perspectiva de una visión muy
rigurosa del cristianismo que coincide a día de hoy con la
disciplina llevada a cabo por algunas órdenes de monjes y
religiosas de clausura, cómo medio para alcanzar la
iluminación y trascender las necesidades de la vida real
para elevarse a planos superiores de conciencia. El ayuno
parece así ligado en nuestra religión judeocristiana cómo
algo habitual para los ascetas y los anacoretas y lleva
practicándose desde hace miles de años. ¿Comenzó en nuestro
caso el rito del ayuno como mortificación, penitencia o
manera de alcanzar la trascendencia con los esenios del Mar
Muerto o es muy anterior? Porque cuando nuestros antepasados
ayunaban lo hacían privándose de todo alimento siempre
durante los cuarenta días bíblicos y tal vez tomaran un
buche de agua y poco más para que no les fracasaran las
constantes vitales.
De hecho Jesús es llamado “el esenio” por tantos teólogos e
historiadores, porque pasó una gran parte de su juventud
bebiendo de las fuentes de la sabiduría hermética de
aquellos anacoretas que se nutrían de un mendrugo de pan
ácimo, un puñado de hierbas amargas (si las había) y un poco
de agua pestilente guardada en odres de piel de oveja, el
resto de los alimentos lo extraían del estudio de los textos
sagrados y de recopilar “la otra sabiduría” la de la
tradición recogida mediante transmisión oral, en sus
célebres pergaminos. “Aquel que venga a mí, nunca pasará más
hambre”.
Y el Nuevo Testamento no se refiere precisamente a que
tuviera un comedor social, sino un manjar de conocimiento
exotérico y espiritual, algo que se palpa más de cerca en
los Evangelios Gnósticos que en otros textos profeticos cómo
puede ser el Apocalipsis que no es precisamente el tipo de
lectura idóneo para conseguir ser optimistas. Pero el hecho
relevante se deriva de que la práctica del ayuno a modo de
contrición se encuentra recogido prácticamente en todas las
religiones y creencias, comenzando por el milenario
hinduísmo, que es tal vez la creencia de mayor carga de
espiritualidad y en la que existe un mayor sincretismo.
El Ramadán y su ayuno parcial alcanzan un mundo de
significados, lleno de un hermoso simbolismo que desde el
cristianismo contemplo cómo motivo de hermanamiento entre
todos, unidad dentro de las familias en torno a los rezos y
a la mesa cargada de manjares, educación ejemplarizante para
los más pequeños ya que “se predica con el ejemplo” y los
niños tienden a repetir lo que ven y si en sus familias ven
respeto a las tradiciones, práctica religiosa habitual y
sentimientos de compasión y de caridad para con quienes
tienen menos, esa enseñanza irá formando un poso en el alma
y constituye el mejor modo de enseñar. Y tras la cena y las
liturgias el mes de Ramadán parece desembocar en alegría y
en animación, en encuentros familiares y sociales y en un
íntimo compartir de estas fechas.
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