Es evidente que están
concatenándose una serie de cortocircuitos en lo que podría
ser llamada “la ruta de las negociaciones y
contranegociaciones entre Gobierno, sindicatos y
trabajadores” un auténtico crisol, pero no de culturas, sino
de discrepancias y altibajos que, si algo esta poniendo en
evidencia es la escasa representatividad que atesoran las
centrales sindicales a la hora de negociar. Lo que no es de
recibo es que no hayamos tenido noticias de arduas y
multitudinarias asambleas sindicales “anteriores” a esa
manifestación en la que llegó a sonar la palabra “guerra”.
Porque a una manifestación se debe acudir con las ideas muy
claras, los deberes muy bien hechos y nunca con el “no
porque no” cómo divisa. Muy por el contrario, las
manifestaciones y marchas de protestas habrían de ser
colofón a una serie de negociaciones fallidas con el
Gobierno y no precisamente “antes de” que puedan fallar las
negociaciones. Que no ha sido el caso ya que en las
reuniones con el impertérrito y tenaz Guillermo Martínez se
venteó con claridad un principio de acuerdo que satisfizo a
la ciudadanía por entender que los sindicatos flexibilizaban
su postura y estaban dispuestos a rendirse ante la evidencia
de que ha sido promulgada una Ley de Presupuestos que hay
que cumplir “sí o sí”. Pero el cortocircuito parece
derivarse a partir de ayer de la falta de conexión entre los
sindicatos, su plebe y la masa de los trabajadores, cada
cual por su lado. Y para más inri lanzando mensajes que no
se adecuan a la realidad y que dan lugar a todo tipo de
malinterpretaciones.
Porque no es cierto que el Gobierno trate de conculcar la
legalidad imponiendo 42,5 horas semanales, nada más lejos de
la realidad. Lo veraz es que quienes trabajaban 35 horas
semanales han de hacer ahora 37,5 horas y aquellos que
trabajaban 40, es decir 35 más 5 horas “especiales” que
cobran aparte, al tener que hacer obligatoriamente 37,5 ya
no cobrarán esas 5 horas mondas y lirondas. Algo que quedó
muy claro cuando el Gobierno de Juan Vivas fue “adelantado”
en predicar el fin de las jornadas partidas, de los extras y
de los privilegios de los que se habían venido pudiendo (sin
poder, de ahí las cifras del déficit actual) disfrutar y que
ya no se iban a poder sostener. Ceuta fue abanderada, por
circunstancias, de unas nuevas políticas que ya nos
anunciaban desde el Banco Central Europeo y con cara de
pocos amigos.
Y es por la evidencia de que las medidas del Gobierno de
Vivas no son más que un reflejo de lo que son los recortes
en toda España, con el dato a nuestro favor de que no se ha
destruido empleo cómo en otras comunidades, sino que Vivas
ha luchado y está luchado cómo un jabato para mantener todos
los puestos de trabajo hasta el punto de ser denominados
“los intocables”, por lo que la ciudadanía sigue sin
comprender la tergiversación de la realidad que llevan a
cabo los sindicalistas hasta el punto de hablar de ir a los
tribunales, pues que vayan con una demanda contenciosa, que
tiene tantas posibilidades de prosperar cómo España de
recuperar las Filipinas.
El problema es la falta de feeling entre sindicatos y
trabajadores, la opacidad de los mensajes y la incapacidad
de negociar “con cifras” auténticas y sin fabular. Y ello no
es óbice para que, retrotrayéndonos en el tiempo y en la
polémica, no se haga alusión al tema de los horaros de la
Policía Local y del “turno americano” que fuera objeto de
debate en las páginas de este diario ¿No querían los
sindicatos un informe exhaustivo de los horarios realizado
por la Ciudad Autónoma? Pues parte de ese informe ya consta
y de fuentes de la propia Policía.
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