Gabriel, el de la fonda
España, que así se le conocía, era gitano de pura cepa y
derrochaba arte por un tubo. Contaba las cosas de tal manera
que quienes tenían la suerte de oírle, una vez, quedaban
enganchados para siempre. Así que esperaban con sumo interés
que se les presentara la siguiente ocasión cuanto antes.
Gabriel, el de la fonda España, natural de mi pueblo, hizo
muy buenas migas con Zoilo Ruiz-Mateos, padre del
indecible José María Ruiz-Mateos, allá por los años
de Maricastaña. Y ambos solían verse una o dos veces a la
semana. Encuentros que aprovechaban para desahogarse de sus
problemas correspondientes a los negocios o bien de
situaciones familiares que admitiesen comentarios entre
amigos. Uno de aquellos comentarios, tras hacerlo público
Gabriel, quedó ya como muestra palpable de que el hijo de
don Zoilo, llamado José María, estaba en posesión de un
coeficiente de inteligencia más que respetable. Pongamos en
boca de Gabriel lo que le había confiado don Zoilo acerca de
su hijo.
-Mira, Grabiel –tanto Zoilo como Gabriel eran muy dados a
cambiar de posiciones una letra dentro de ciertas palabras-,
tengo un hijo que me ha salido más listo que los ratones
coloraos. Se las sabe todas… Pon mucho oído a lo que te voy
a decir. Los domingos les doy una paga a mis hijos. Al cabo
de poco tiempo, llegan todos a casa. Menos José María. Les
veo caras de aburridos y les pregunto. Y van y me dicen que
se han quedado ya sin dinero. Que el dinero lo tiene José
María. Lo primero que quiero saber es si se los ha quitado.
Pero ellos me cuentan que se los ha ganado jugando a varios
juegos. Así que les doy otra paga y, que si quiere arroz,
Catalina, vuelven otra vez sin un céntimo. En cambio, José
María llega con el bolsillo lleno. Mira, Grabiel, este
muchacho, mío, será un fenómeno como empresario.
Ha sido esta maña, sábado, cuando escribo, que me he
acordado de lo que contaba Gabriel, el de la fonda España,
al leer un artículo del maestro Luis María Anson,
refiriéndose a la ruina de Bankia y Caja Madrid. A la par
que caigo en la cuenta de que todas las personas que fueron
citadas al Congreso a declarar tampoco le van a la zaga a
José María Ruiz-Mateos.
Por lo que me imagino al padre de Elena Salgado, en
su momento, presumiendo en su tertulia: Tengo una hija tan
sagaz como clarividente como para equivocarse y salir del
error reforzada. Y qué decir del padre de Narciso
Serra, éste alardearía entre amigos: Mi niño es capaz de
convertir el agua en vino. De Fernández Gayoso, de
Novacaixagalicia, su progenitor no cabría en sí de gozo
aireando por corrillos y mentideros que su hijo tenía todas
las trazas de poder hacer una fortuna sin mancharse.
Y, como final, me he reservado a dos personajes –Ordóñez
y Rato- a quienes si se les adaptara un aparato en la
cabeza, para medirles el grado de inteligencia acumulado
para ponerlo a disposición de sus intereses, la explosión
del artefacto se oiría desde el Monte Hacho. De vivir sus
padres, se pronunciarían así: Estos chicos son la hostia…
En rigor, quienes han causado una ruina económica, de tamaña
magnitud, han comparecido en el Congreso para llamarse a
andana. En España, por lo visto, las trampas solamente las
hace Ruiz-Mateos. El paro sigue subiendo. ¡Qué miedo, don
Mariano!
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