El jueves por la noche, día anterior al estreno de Shirley
Valentine en la Plaza de Armas de las Murallas Reales de
Ceuta, no se presagiaba nada bueno respecto a la actuación
de Verónica Forqué al día siguiente. Ráfagas fuertes de
viento de poniente pusieron muy nerviosos a los técnicos de
montaje de la función, que veían como las estructuras de
luces y ciclorama se tambaleaban, incluso llegando a
peligrar la seguridad en algún instante.
Nuestros vientos hicieron pasar malos momentos a los que
andábamos en el intento de montar algo bello para la
función. Hubo que eliminar algún que otro elemento de la
primera escenografía y reforzar con muchísimo contrapeso las
patas de las torres del ciclorama y gasa de fondo…
Más como dice el refrán: “Los gitanos no quieren buenos
principios”; todo el viernes mientras se completaba el
montaje y se colocaban y numeraban las sillas, algunas
rachas de viento, volvían a intervenir arrasando con filas
completas de asientos y vuelta a colocar de nuevo.
Llega la noche de la función y todos pendientes del ondear
de la bandera que nos indicaba la fuerza y dirección del
viento, y como si de un milagro se tratara, se produce una
calma chicha y aparece la magia de una bella noche con su
luna menguante como testigo sobre el sur del entorno
amurallado, se apagan las luces de la plaza y se ilumina el
escenario central.
Verónica Forqué estaba allí, sola, no en un monólogo, sino
en una obra en solitario metida en la piel hasta el tuétano
de Shirley Valentine, personaje creado por Willy Russell y
adapatado para el maravilloso trabajo de la Forqué por Nacho
Artime y bajo la dirección de Manuel Iborra (esposo de
Verónica). Dos escenografías bien diferentes y diferenciadas
de Andrea D’odorico una cocina de un hogar de clase media
baja y una playa de una isla de Grecia.
A pesar de tener un contrincante importante como era la
inauguración de los JJ.OO. de Londres, cerca de 600 personas
se dieron cita en el recinto amurallado para disfrutar de un
acontecimiento histórico: Verónica Forqué en una más que
magistral interpretación, brillante, lúcida, ágil, fresca,
cómica, dramática en los momentos precisos, silencios
sobrecogedores, infinidad de registros vocales, corporales,
gestuales, sin ningún tipo de estridencias escénicas, con
una ocupación del espacio sorprendente y una interacción
entre su personaje y los que cobraban vida en sus
comentarios, que hicieron reir al público, carcajear, soñar,
gemir y hasta soltar alguna lágrima. Una estrella en el
escenario llena de resortes de calidad, cadencias, matices,
inflexiones, susurros… de una maestría sorprendentes, que
harán que el público asistente recuerden y comenten durante
años lo presenciado en esa noche mágica de las Murallas
Reales.
Crear la mágia teatral fuera de un escenario propio, como
pudiera ser el de un teatro cerrado, no es fácil. La
Consejería de Educación, Cultura y Mujer dentro de su
programación de Verano en las Murallas, como era de esperar
puso al frente de una muy dificil tarea a los dos excelentes
profesionales y maestros de la maquinaria escénica, José
Sedeño y Ángel Peralta, ayudados en la parte técnica de
iluminación y sonido con el maravilloso equipo de Alba
Sonido, Oscar, Abderrahman, Ico, Cristian y a alguien que le
correspondió la más dificil parte, sonorizar la voz de una
sola actriz en aquel marco, que aunque bello, tiene muchas
dificultades para el sonido; ahí estuvo Emilio, que
consiguió un sonido tan perfecto que parecia como si
Verónica Forqué nos dijera el texto a cada persona al oido.
Auténticamente de maestros.
Maravillosa noche de teatro de las que hacen época y crean
historia.
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