Mi amigo tiene toda la gracia del
mundo contando chistes. Y tampoco se queda atrás citando de
memoria las mejores frases que vengan a cuento sacar a
relucir para reflejar el momento que estemos viviendo. El
momento que estamos viviendo pertenece a quienes saben de
economía y, por tanto, los especialistas de esta materia
están tan solicitados por los medios que muchos de ellos no
tienen ni tiempo para percatarse de que están tan expuestos
a las bromas y a las críticas como cualesquiera otros
profesionales. Así que –hoy- en cuanto me ha visto llegar a
la tertulia, lo primero que se le ocurrido a mi amigo es
decirme que tiene un chiste muy de actualidad:
-Mira, Manolo, se trata de ese economista que acude a
una entrevista de trabajo y el entrevistador le pregunta:
“¿Cuánto es dos más dos?”. El economista lo mira con rostro
serio, se levanta de la silla, se cerciora de que no hay
nadie más en la sala, cierra la puerta y las ventanas, corre
las cortinas y susurra al oído del entrevistador: “¿Cuánto
quiere usted que sea?”.
Cunde la risa, pues mi amigo tiene mucho arte contando
historietas de humor con brevedad y con maneras de actor
consumado. Tal es así, que pronto los componentes del
corrillo comienzan a participar de la ronda encaminada a
exponer situaciones sobre profesionales de una disciplina
que se han ganado a pulso con sus apreciaciones ser diana de
los humoristas más encopetados.
He aquí lo que dice el siguiente contertulio: “Parece
mentira que los mismos que se ríen de los adivinos se toman
en serio a los economistas”. Yo siempre he dicho, dice otro,
“que si los economistas fueran buenos para los negocios,
serían ellos los hombres ricos, en vez de sus asesores”. El
tercero se deja caer con guasa: Hace tiempo leí la siguiente
cita: “Tengo cien asesores económicos conmigo, y sé que uno
tiene razón, pero no sé cuál es”. Me toca intervenir a mí, y
me expreso así: “La ciencia económica está siempre
justificada por el deseo humano de satisfacer sus propios
fines. Y además es compleja y tiene un alto nivel de
incertidumbre, valiéndose de apreciaciones. Con lo cual es
arriesgado hacer pronósticos. Prueba de ello es que pocos
profesionales son capaces de prever que una recesión está a
la vuelta de la esquina. Con el fin de poner los medios para
evitarla.
Me hubiera agradado sobremanera que don José Enrique
Roviralta Ostalé hubiera participado en la tertulia.
Como representante del Ilustre Colegio de Economistas de
Ceuta. Ya que él, como portavoz del mismo, ha enviado una
carta al director de este medio, exponiendo sus quejas por
una columna, titulada “Economistas”, escrita por mí, por
considerar que atenta contra la imagen y la profesionalidad
del colectivo. Y alude que dicha organización colegial como
representante ante la sociedad de sus colegiados no puede
admitir que se desacredite a toda la profesión, y pide mis
disculpas. Puesto que al señor Roviralta le ha sentado como
un tiro el que yo haya dicho que “A los economistas hay que
tenerles la misma fe que a los adivinos”. Y el mismo respeto
que a los que leen el futuro en las manos”. El señor
Roviralta debería haberme preguntado, antes de hacer pública
sus quejas, si mi fe en adivinos y quirománticos es tan
grande como para compararla con la que les tengo a los
economistas. De ahí mi proselitismo. Pero le ha podido su
acaparamiento y su deseo de demostrar que ser economista no
está al alcance de cualquiera.
|