Efectivamente hay que
congratularse con los resultados obtenidos tras la
negociación entre el Gobierno y los representantes de las
centrales sindicales. Ahora bien, el talante fibal parece
muy distinto y muy distante del de las jornadas iniciales,
visto está que el estado de crispación de la opinión pública
ha repercutido en el ánimo de los negociadores y
flexibilizado las posturas de los representantes de los
trabajadores. Porque una cosa es reivindicar desde el apoyo
de todo el espectro social y otra muy distinta hacerlo
teniendo a la sociedad en contra y a los ciudadanos con los
instintos de un gato rabiando.
Esta vez la colectividad, el pueblo soberano, respaldaba sin
resquicios la postura del Gobierno Popular de Juan Vivas y
es más, la exigía rotundamente no claudicar ni caer en
agravios comparativos privilegiando a unos a costa del
sacrificio del resto. Y no se ha tratado como murmuran los
malpensantes con sus bocas de puta, de “linchamientos
mediáticos contra…” Se trata de que la arrogancia inicial de
los sindicatos ha sido para ellos un auténtico harakiri y
los propios afiliados no iban a subirse al carro de la
impopularidad y el rechazo ciudadano que era lo que estaban
consiguiendo con sus reivindicaciones.
Afortunadamente ha primado la razón, el Gobierno a través de
su Portavoz ha explicado y argumentado por quintuagésima vez
los razonamientos que sustentan la necesidad de unos
recortes que a todos alcanzan y que son, saben y sabemos
todos, algo circunstancial a lo que hemos de amoldarnos
hasta el 2013 que es cuando se espera que comenzaremos a
remontar de nuevo. Y los representantes sindicales han
tenido la prudencia de rectificar y de no insistir en los
errores de sus propuestas iniciales, lo que significa que, a
la postre, se han mostrado sabios y no han querido ni
desgastar ni perjudicar la imagen del los colectivos a los
que representan obcecándose en posturas que tenían un
muy-mucho de “callejón sin salida”.
Cuando se trata de leyes no hay excepciones en lo referente
a su aplicación y menos aún cuando se trata de una ley que,
como la de Presupuestos, prácticamente acaba de nacer y está
dando sus primeros pasos, pero que antes de ser alumbrada,
es decir, antes de entrar en vigor, ha sido objeto de
cientos de horas de estudio, reflexión y razonamiento por
parte de expertos economistas, cerebros financieros y
doctores en legislación.
De ahí la frivolidad e impertinencia del rifirrafe que, en
las pasadas jornadas, han enjaretado las centrales
sindicales, rifirrafe hoy puramente simbólico y testimonial
por cuanto las aguas han vuelto a su cauce, las partes han
demostrado cumplidamente que “cuando quieren, pueden
negociar” la ciudadanía se ha aplacado, los propios medios,
claramente beligerantes muestran su satisfacción por haber
llegado a un buen acuerdo, la ley ha demostrado “que está
para cumplirla” y el pueblo soberano siente que sus
expectativas para con el Gobierno de Juan Vivas no se han
visto defraudadas. Así por parte del Gobierno, firmeza y por
parte de los sindicatos, triunfo final de la razón.
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