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OPINIÓN - VIERNES, 27 DE JULIO DE 2012

 

OPINIÓN / EL OASIS

Años para enmarcar
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Años atrás, como quien dice ayer, observar a los políticos fue un entretenimiento que yo me propuse con el fin de aprender algo más acerca de quienes han convertido la política en una profesión muy codiciada, de fácil acceso, muy bien pagada y en la que los hay que están en ella hasta que no pueden más o bien llega un baranda propio y le enseña la salida de emergencia. En Ceuta, la salida de emergencia la tuvo que tomar Pedro Gordillo.

Años atrás, como quien dice ayer, desde mi atalaya, por qué no escribir observatorio, como homenaje a uno de los hombres que más dinero percibe todos los meses en esta ciudad –sí, lleva usted razón, me estoy refiriendo a Juan Luis Aróstegui-, veía a nuestro alcalde pisar la calle como si fuera suya. Raro era el día en el cual no dejaba el despacho para darse un garbeo por la ciudad.

Daba gusto verle hacer el paseíllo desde la Casa Grande, que es como Juan Vivas suele mencionar el edificio municipal, hasta la plaza de los Reyes. Con el pretexto de visitar al delegado del Gobierno, José Fernández Chacón: su amigo del alma. Durante ese paseíllo, de ida y vuelta, hecho con torería, entre aplausos de la concurrencia, abrazos chillados, apretones de mano, y brindis al sol, los transeúntes asistían embobados a esa conexión entre viandantes y el alcalde elevado al sillón de una autonomía de las de andar por casa.

Tampoco resultaba menos atractivo escudriñarle cuando, como andariego, iba desde la Casa Grande a cualquier otro lugar en el cual su presencia era esperada para que abriera el portón de cuadrillas de los discursos y comenzara el baile de los corrillos donde, como primera autoridad, conquistador de mayorías absolutas, se le recibía con honores de gobernante con un futuro esplendoroso.

Imposible no recordar cuando el alcalde se bajaba del coche oficial y recorría los metros precisos para entrar en el Murube y ocupar su sitio en el palco desde el cual sufrir y gozar de su equipo de toda la vida: el primer equipo de la ciudad. El trayecto recorrido era corto, pero las muestras afectuosas que Vivas iba recibiendo retrasaban su ya ansiada llegada en el recinto deportivo. Si bien, todo hay que decirlo, su alegría, ante tantas demostraciones de cariño, le hacía sentirse el más feliz de los mortales.

Años atrás, ayer como quien dice, nuestro alcalde era la figura por antonomasia en todo acto o acontecimiento al que él hubiera decidido asistir. Nuestro alcalde, además, se dio cuenta de que tantas horas trabajando en el despacho lo abocaba a padecer de las consecuencias del sedentarismo y optó, con muy buen criterio, por caminar durante horas a prima mañana. Y el resultado fue que, amén de mejorar su riesgo sanguíneo y fortalecer su tono muscular, se vio arropado por muchos andariegos dispuestos a que no le faltara ni conversación ni ánimos durante tan pesado ejercicio.

En fin, dejemos de mirar hacia atrás, hacia esos años de esplendor en todos los sentidos, y pasemos a la triste historia de la actualidad, de julio de 2012, a 11 años de 2001. Que es la fecha en la cual nuestro alcalde, mediante un voto de censura, lo fue por primera vez. Y en la actualidad, lo reseñado ya no existe. Lo que existe es un alcalde agobiado por los problemas, aferrado a su despacho, y a quien hasta policías y bomberos le arman la de Dios es Cristo.

Nuestro alcalde es quien es: ni antes era lo que pensábamos de él, ni ahora es lo que pensamos. Es humano.
 

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