Siempre repito que el gran fallo del PP son sus asesores.
Algunos sempiternos como Arriola y ya bien acomodados y
acostumbrados al sillón y a la moqueta, pero muy poco hechos
a moverse en la cruda realidad, porque ni han tenido
necesidad de ello ni las han pasado auténticamente “canutas”
en su vida. Y ese criterio de premiar a los fieles, a los
adeptos y a los “amigos de toda la vida” parece haber
presidido la elección de Soledad Becerril, profesional de la
política desde la extinta UCD y que ha sabido ir haciéndose
un hueco, legislatura tras legislatura “aquí o allí” y desde
una posición social en la que jamás se ha visto en el riesgo
de un deshaucio por impago de la hipoteca del pisillo de
setenta metros. No sirve. No es “la” persona.
Y no estoy postulando a quien debiera ser Defensor del
Pueblo cómo a una especie de onegetista ni cómo a una
hermanita de la Caridad, para eso se las sobra y se las
basta la labor de Cáritas Diocesanas con su ayuda a los
desamparados. Tampoco a un Defensor del Pueblo se acude
pidiendo un piso y un trabajo, porque quien quiera un piso
que emigre cómo tantos miles a Europa bien a las campañas
agrícolas, bien a trabajar en el sector servicio y que vaya
pagando su hipoteca ¡No te jode! Mi nuera ha tenido que
limpiar y cuidar niños para poderse pagar los intensivos de
alemán y mi hijo estuvo un verano en Holanda fregando suelos
¡No te jode con el gratis total! Pero sin entrar en obras de
caridad ni en el “dame-dame” el papel del Defensor es
peliagudo y siempre me refiero al padre Pepe Chamizo al que
conocí cuando trabajaba con drogadictos en San Roque,
estragadito de pasar fatigas y pendiente de la recaudación
de las verbenas benéficas que organizaba para ayudarle la
duquesa Eva de Hoces de la Casa del Conde-Duque de
Hornachuelos en los veranos de Marbella. ¡No les ha quitado
hambre mi amiga del alma al padre Pepe y a sus drogadictos y
mendigos!.
¿Y cómo llegó al puesto? Pues por eso mismo, por ser un
hombre de Dios y por su infatigable capacidad de trabajo,
siempre dispuesto a ayudar. En temas peliagudos, muchos de
ellos judiciales, temas en los que los ciudadanos ya no
saben adonde acudir y acaban atracando en el alma
burocrática de la Oficina del Defensor. ¿Un ejemplo? Además
directo. A finales de los 90 el juez Santiago Torres, de
infausta memoria, envió a prisión a la rusa Stella Frumson
acusada del asesinato de su marido, un magnate también ruso.
El hijo de Stella fue llamado a declarar cómo testigo ya que
se encontraba en la mansión aquella noche y fue interrogado
por el juez y el fiscal que le formularon infinidad de
preguntas. Un problemilla. El niño tenía ocho años y no
hablaba bien castellano, declaró sin intérprete, sin la
presencia de ningún familiar (el juez le negó la entrada a
la abuela) sin el fiscal de Menores y sin psicólogo.
¿Reacción? Llamar al Defensor que vino a Málaga a visitarme
y puso en movimiento a los temibles miembros de la
asociación Prodeni de defensa de los niños que armaron un
escándalo mayúsculo y le pusieron al juez una denuncia, que
no prosperó porque ya se sabe cómo se las ha gastado siempre
el CGPJ que es una especie de inútil institución que da
carácter de dogma al corporativismo y que choca con los
pilares del Principio de Igualdad. Pepe Chamizo ayudó a
Stella en sus largos meses de prisión. Luego fue absuelta
porque era inocente y al juez no le pasó nada ¿Qué le iba a
pasar en el reinado de la institucionalización de la
injusticia?. Pero el padre Chamizo “supo” estar y siempre
“sabe estar” porque le duele y le escuece cada desgracia
ajena y se le parte el corazón cuando acuden a pedir su
amparo, eso es porque ha pasado en su vida más necesidades
que un lagarto detrás de una pita y eso desarrolla una
empatía fuerte, dura, sólida y un especial descaro a la hora
de enfrentarse a los Poderosos.
¿Y con quien se va a enfrentar la Becerril? ¿Con los del
partido que la ha tenido sentada en distintos sillones toda
una vida? ¿Es que va a tirar piedras contra su propio
tejado? Demasiados intereses creados. El Defensor tiene que
ser independiente y presentar en su curriculum la condictio
sine qua non de “haberlas pasado putas” y de saber menearse
arriba, abajo y en el medio. Debe ser una persona preparada
pero al tiempo derrochar humanidad, cojones e ímpetu.
Soledad Becerril es una señorona de la política y es un poco
cómo Javier Arenas que, gobierne quien gobierne, siempre
sabe estar arrimado y pululando por las bancadas, porque el
Partido Popular es un coto cerrado que admite pocas
innovaciones y a los suyos les va moviendo de acá para allá.
Y esta decisión que, si no me equivoco, va a ser fallida a
la corta y a la larga (les contaré porque voy a pedir amparo
por un tema, a ver si me hace caso) no puede ni debe
repetirse a la hora de que en Ceuta sea nombrado un
Defensor. ¿Requisito para no equivocarse? Gratificación de
mil eurillos y a su disposición un ordenador con “el
interné” y un ayudante con trescientos euros, ambos con un
par de mesas en un despachillo más un par de móviles (de
contrato) y prohibición expresa de invitaciones a ningún
acto representantivo que implique “el figurar”. ¿Qué si
estoy hablando de un anacoreta? No, estoy hablando de un
mileurista capaz de entender a la Humanidad, porque a “esa”
no se la entiende desde los despachos, el cochazo oficial y
la escolta, porque la vida ni es “eso” ni es “así”.
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