La irracionalidad sindical es un
factor difícil de superar a la hora de emprender cualquier
negociación o llegar a acuerdos beneficiosos para las
partes. Flaco favor hacen CCOO, UGT y USO enardeciendo los
ánimos de los bomberos y de los policías y más aún hacerlo
desde el estrambótico procedimiento de tratar de oponerse
“por cojones” a la Ley de Presupuestos del Estado. De hecho
muy torpe e ignorante hay que ser cómo para ignorar que a
una ley, a cualquier ley, no se le puede plantar cara
mediante una especie de insolidaria “desobediencia cívica” y
menos aún cuando el Gobierno de mayoría absoluta acaba de
salir legítimamente de las urnas. El Gobierno de Ceuta ni
puede ni va a conculcar la legalidad vigente y su honrosa
postura es ni más ni menos lo que la ciudadanía espera de
él. Seriedad, firmeza, rectitud, apertura a la negociación,
pero nada de bajarse los pantalones y meterse a interpretar
la normativa en beneficio de unos pocos y en flagrante
agravio comparativo en relación con otros “muchos”. De
anticonstitucionalidades nada y de vulnerar leyes menos
todavía, eso debe tenerlo muy claro el Gobierno de Juan
Vivas.
En la ley entran todos y los motivos han sido argumentados
hasta la extenuación, aun sin ser necesario, porque basta
con seguir los informativos para constatar los ímprobos
esfuerzos del Gobierno para responder ante Bruselas y
merecer confianza de los socios de la UE. Ahora bien, si se
parte de planteamientos obtusos y los bomberos y los
policías se dejan manipular por los intereses bastardos de
los sindicatos (¿Intereses? Subvenciones, dineritos para
cursos, liberados a mogollón y exención de impuestos para
los bienes inmuebles) entonces es que dichos cuerpos puede
que sean menos dignos de consideración de lo que lo son en
la actualidad.
Y no se trata de estar “en contra de” sino de argumentar que
el resto de los funcionarios públicos no pueden estar siendo
víctimas de recortes y soportarlo desde la solidaridad que
otorga la razón y desde la comprensión de que, la situación
actual es una circunstancia que todos lograremos superar,
con sacrificios y horas amargas, pero todos los españoles
unidos .Y que, por el contrario, un par de colectivos cómo
son la policía y los bomberos, traten de “ir por libre” como
si con ellos nos fueran los esfuerzos que estamos haciendo
el resto de los ciudadanos, ni les tuviera por qué afectar
el hecho de que si queremos llegar a pagar cada principio de
mes y que los abuelos cobren sus pensiones, si queremos
seguir manteniendo una enseñanza pública y un sistema
sanitario, todo ello nos va a costar “bastante más” por un
tiempo. Porque se trata de “quitar de aquí para meter allí”.
¿Tan difícil y proceloso resulta de comprenderlo?
Duele tener que referirse a dos colectivos tan queridos y
admirados como son la policía local y los bomberos y hacerlo
desde el rechazo absoluto al egoísmo y a la maldad de su
intransigente postura. Causa malestar el tener que poner en
cuarentena la dignidad de esos colectivos, los más
prestigiosos y criticar el que se estén dejando mangonear
por cuatro liberados que defienden los avíos de su puchero y
sus sedes libres de impuestos, porque el prestigio es el
resultado de una larga trayectoria jalonada por los méritos,
la profesionalidad y la excelencia y lo terrible es que ese
prestigio duramente merecido, puede evaporarse con tan solo
unas actitudes o actuaciones que merezcan la antipatía y la
indignación ciudadana.
Ya se dice “¿No tienen un buen trabajo y ganan unos buenos
dineros? ¿Qué quieren liarla por 37,5 horas? ¡Pues que le
dejen el puesto a mi yerno que está parao y es capaz de
echar 50 horas por los mismos dineros! ¡Tendrán poca
vergüenza con lo que está pasando la gente! ¡Abusones que
son unos abusones!”
Una taza de te de porcelana puede romperse y un buen
restaurador puede repararla. Pero ya está rota y carece de
valor en el mercado por perfecta que sea la restauración.
Así cuando el prestigio se arriesga ante la opinión pública
y ante una ciudadanía que hoy por hoy considera el tener un
trabajo fijo y un sueldo digno poco menos que una situación
de privilegio absoluto, cuando suena la palabra “¡Abusones
que son unos abusones!” entonces malo, malo, porque eso
significa que el prestigio, o ya anda perdido o se está
perdiendo y cuando lo quieran recuperar ambos, policías y
bomberos (de los sindicalistas no hablo porque son el puro
antagonismo del prestigio) van a tener que salir a buscarlo
con un candil y lo mismo tardan tiempo en encontrarlo.
¿Y van a consentir por pura insolidaridad hacia sus
compañeros funcionarios públicos este brutal desgaste de
imagen? Pues arriesgan mucho, tal vez demasiado… Se están
arriesgando a que los mismos que hoy les comienzan a
calificar de “abusones” les den la definitiva extremaunción
y les llamen también “¡Mamarrachos, que son unos
mamarrachos!” y ese calificativo, créanme, es muy difícil de
superar.
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