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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 25 DE JULIO DE 2012

 

OPINIÓN / ESCRITOS CABALLAS

Del viento a mis olas
 


Javier Chellarám
javierchellaram@elpueblodeceuta.com

 

Del pasado articulo de la tercera entrega, “la silueta del navío”, el “Virgen de AFrica”, ¡ paren máquinas !, a mi no me salía el habla. Me quedé bloqueado, aquello era la muerte, y cuando iba a articular las palabras..., el “llámalo tu” era entre don Ignacio “India Lima” y un barco de la organización de la travesía a nado. Entonces el delegado de la misma, fue quien dijo, por el canal 16 VHF, “paren máquinas”. Suspiré hondamente y por la ventana de la sala de radio Cecomar Ceuta, se veía el pedazo de barco de Trasmediterránea, “el correo”, echando el ancla en medio del puerto.

Por delante se veían los jóvenes dando brazadas, para hacer la travesía a nado del puerto, en pleno 5 de agosto. Era una imagen surrealista, pero eran las cosas de hace 27 años...

Una vez pasado el susto, la guardia fue un coser y cantar. En otro momento veo que viene un voluntario, y le pido un bocadillo y un refresco. Siempre pensé que era más barato comprarme un traje que invitarme a comer, por eso de las locuras que me entran cuando tengo hambre, hoy dia paradojas del destino, he perdido el apetito, y aunque voy cogiendo poco a poco, la sintonía de comer, he estado comiendo hasta hace poco , las comidas de un niño de cuatro años...

Ni el revolcón de Calamocarro, me hacía mella, y supongo serían los 18 años que iba a cumplir, lo que me hacían esa fortaleza que tenía entre pecho y espalda... y era el hambre, que volvía a tener, y me cargué la mar de a gusto, ese bocadillo en la guardia. Sólo recuerdo que no apareció nadie más. Claro era resca de feria y recuerdo a las cuatro de la tarde a don Ignacio decirle al personal Militar, “ apuntale a este muchacho una guardia”. Luego me enteré que ese año se pagaban a 1.000 pesetas.

Conforme fui apareciendo más por las instalaciones de Cruz Roja del Mar, los oficiales y jefes me tomaron interés. Un dia me dieron el uniforme de marinero. Era la primera vez en mi vida que sentía algo como mío. Me tenían en consideración y me preguntaron por aptitudes profesionales, y sobre todo marineras. Había que pensar que, ante todo, era una base naval y se valoraban los conocimientos “náuticos”. Me dieron un escudo identificativo, que era siempre la palabra socorrista y delante una especialidad, en este caso “señalero”, una especialidad de señales marítimas.

Había muchas , tales como “maniobra”, que era las que llevaban los del grupo naval, “radiotelefono” los aplicados en radio, “radaristas”, y “administrativo”.

Me dieron una camisa, unos zapatos, un pantalón y una boina, también unos galones y el escudo de la camisa, y por supuesto, un jersey de lana, mi típico de la Armada y de la Policia.

Llegué a casa la mar de contento, mis padres y hermanos observaban con expectación, y tanta que me interpretaron mal la especialidad. Les dije, pegando salto, “ me han metido en el cuerpo de señales”, mi madre entendió al revés, “señales en el cuerpo” y exclamó “ ay eso no, eso como va a ser, que te vas a hacer tatuajes y dibujos de la Legión o la Marina, cuando la guerra”...

Hoy dia la gente se hace los tatuajes que les da la gana, como cuando y donde, los piercings, y demás parafernalia, hay que imaginarse una madre, de hace casi 30 años, ....

Me quedé atónito, hay que ver que ya entonces no me entendía lo que quería explicar, que era una especialidad, Señalero.. Por casa he escchado siempre eso de “mecanico naval”, una especialidad que también pasa por motorista naval. Mi madre , con cariño y esmero, le dió sus arreglos y “puntaitas” a los escudos y pantalones.

Me asignaron una guardia, en la que luego me di cuenta que tenía su trampa, y como “pelón” me di por elegido. Era la guardia del domingo de cuatro a doce de la noche. Esa era la hora sagrada de la movida caballa, porque con 18 años, estaba de moda la discoteca el “Candelero”,. La que está ahora, donde están recuperando el Patrimonio del Foso, a la altura del Puente del Cristo. Por fin el viento iba llegando a mis olas, porque la altura, que me iba a dar, eran por algo eterno y hermoso, que me viera el abuelo Bernardo. CONTINUARA...
 

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