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OPINIÓN - MARTES, 24 DE JULIO DE 2012

 

OPINIÓN / EL OASIS

Se imponen remedios a corto plazo
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Empezaré hablando de mí, así que procuren perdonarme el hecho. Cuando yo decidí ser entrenador de fútbol, las primeras llamadas recibidas fueron para salvar a equipos que estaban al borde del descenso. Abocados a perder la categoría. En algunos casos, ya se daba por cierto que, de conseguirse la permanencia, habría que catalogarla de milagro.

Les voy a contar uno de esos milagros que me dio el justo prestigio para que no me faltara trabajo, durante años, y que hizo posible que estuviera siempre mencionado para escalar peldaños como técnico. Un día, cuando los años setenta estaban alboreando, recibí la llamada de Abel Matute: entonces alcalde de Ibiza y presidente de honor del equipo de la isla. Que era colista de su grupo y él no quería que se produjera el descenso por razones obvias.

Tras llegar a un acuerdo, AM me dijo que tanto él como los directivos habían jugado mi baza por demostrar a los aficionados que no estaban dispuestos a quedarse petrificados ante lo que para ellos era ya irremediable: el descenso de la SD Ibiza. Eran, sin duda alguna, personas de poca fe.

Dos horas después de ser presentado en el club, sito entonces en la calle Juan de Austria, el jefe de material me invitó a acompañarle a un restaurante cuyo propietario, gran aficionado al fútbol, deseaba conocerme. Se trataba de Casa Juan; establecimiento afincado en el Paseo de Vara del Rey. Juan, tras los saludos de rigor, fue al grano: “Señor De la Torre: a este equipo no lo salva ni Helenio Herrera”. Mi respuesta no se hizo esperar: cogí una servilleta de papel, pedí un bolígrafo, y escribí lo siguiente: quedan 13 partidos y ganaremos doce. Si acaso perdemos el último, nos quedaremos sin ascenso. De obtener esa victoria, ascenderemos. Entonces, ascendían a la categoría de plata los dos primeros del grupo.

La servilleta con mis vaticinios quedó expuesta en sitio preferente del local. Y, cuando se supo lo dicho por mí, se me tachó de todo… Eso sí, a medida que el milagro se iba produciendo hasta la banda de música nos recibía en el aeropuerto de Es Codolar. Al final, los puntos que nos faltaban para ascender los perdimos en Valencia frente al Mestalla: gran equipo filial que, en aquel tiempo, tenía entre otros futbolistas a los hermanos Terol.

Mi forma de actuar, que ya venía de atrás, era arriesgada. Pero era ilógico que si se me reclamaba para evitar un fracaso deportivo, aunque fuera de tamaño calibre, comenzara subordinando a largo plazo una tarea que requería de tratamiento corto y exitoso. Cierto es que se me encajonó en esos trabajos, tan duros como complicados, y que, salvo mi satisfacción personal, no se traducía en mejoras para mí.

Cambiando lo que haya que cambiar, válgame la historia, verídica y contrastable, para referirme a la prima de riesgo. La que nos acecha cada día y nos tiene el corazón metido en un puño. Porque somos conscientes de que los prestamistas están dispuestos a descender de categoría a España. Y muchos españoles pensamos: ¿puede sacarnos de tan grande desastre un Rajoy dubitativo, que se contradice a cada paso, evidenciando incapacitación para salvarnos y que además cuenta con la inquina de los dirigentes de Berlín y de Bruselas por mentiroso y soberbio. No. El remedio debe ser a corto plazo. La mejora no puede ser a costa de dejar millones de heridos y muertos en el camino. Los más débiles. Mediante la excusa de lograr un futuro mejor. Comportarse como hidalgos ha sido nefasto.
 

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