LUNES 16.
Hay columnistas, de periódicos de gran tirada nacional, que
aprovechan el momento para recordarnos lo honrados que eran
los políticos de la dictadura. Con el fin de no escribir ni
un párrafo de nuestro presidente: Mariano Rajoy.
Porque no encuentran motivo alguno para hacerle el artículo.
Ya que Rajoy más que achicharrado está ya carbonizado. De
entre esas columnas, he leído una en ‘La Razón’ y
rápidamente se me ha venido a la memoria lo que cuenta en
sus memorias el doctor Puigvert acerca de Blas
Pérez González: catedrático de Derecho Civil, que llegó
a ser ministro de la Gobernación. Los ministros, en aquella
época, la verdad sea dicha, no eran mucho más que
secretarios de despacho. En fin, a lo que iba: cuenta el
célebre urólogo catalán la escena que le había relatado don
Blas. Era la época de las restricciones de gasolinas
derivadas del bloqueo económico mundial al régimen español.
Don Blas obtuvo una lista nominal de los usuarios de 4.600
coches oficiales destinados al servicio familiar de
personajes con cargo oficial. Y se la mostró a Franco,
con la información de los miles de litros de gasolina que
aquellos coches dispendiaban. El Jefe del Estado la revisó
con minuciosidad, informándose a fondo. Luego le dijo
simplemente: “De esto ya hablaremos otro día”. Como quiera
que ese “otro día” no llegaba, Blas Pérez, pasado un tiempo
que consideró prudencial, volvió al Pardo a plantear el
tema. Franco, después de revisar la lista de nuevo le
respondió: “Guárdese usted la lista; sólo conseguiría
hacerme 4.600 enemigos más. No interesa”. Esta historia se
volvió a repetir entre Franco y don Felipe Abárzuza,
ministro de Marina entre finales de los cincuenta y
principio de los sesenta. Yo estaba en el Ministerio de
Marina. Ocupando destino en la planta del ministro.
Martes. 17
Permanezco, casi una hora, delante del televisor, viendo
imágenes de la sesión plenaria. Y compruebo lo que ya sabía:
las magnificar relaciones que mantienen los diputados
populares con los de Caballas. Sobre todo con su dirigente
principal: Juan Luis Aróstegui. Siempre bajo la
sonrisa y la mirada complaciente de Fatima Hamed.
Como ya es costumbre. No puedo por menos preguntarme a que
se deberá el buen rollo que mantienen ambas partes. Y pronto
caigo en la cuenta de que ha vuelto a producirse el mejor
entendimiento entre Juan Vivas y Juan Luis. De tal
forma, que si no votaron los populares la propuesta de
Caballas acerca de implantar un ‘observatorio de la
convivencia’ fue, sin duda alguna, porque semejante
patochada no pegaba de ninguna manera. Debo reconocer, sin
embargo, que Aróstegui estuvo brillante en su disertación.
Me pareció, además, verle arrepentido, de verdad, de aquel
pasado suyo cuando se desgañitaba en los medios haciendo
declaraciones con ribetes de racismo. Nunca es tarde… Pero
debería frenar un poco ese ímpetu por querer saber, deprisa
y corriendo, qué momento se está viviendo en las relaciones
entre personas de culturas diferentes. Ah, me quedé de
piedra con lo que le dijo José Antonio Carracao al dirigente
principal de Caballas. Señor Aróstegui: “No me gusta su
forma de ser, ni su forma de hacer política”. Sentencia
breve, claro está, pero contundente.
Miércoles. 18
A fe que me esperaba una respuesta como la que ha dado el
alcalde sobre los chismes referidos a que, más pronto que
tarde, él estaría viviendo plácidamente en la Costa del Sol
tras dejar el cargo. La respuesta se veía venir: “Estoy más
motivado que nunca”. Y, claro, una persona que está viviendo
con tanto entusiasmo su cargo, en momentos tan difíciles,
cómo se le va a pasar por la cabeza salir de naja. Largarse
de una ciudad donde es adorado por innumerables ciudadanos
que sufrirían lo indecible si acaso a Juan Vivas le
diera por liarse la manta a la cabeza y dejarlos. Dejarlos,
a estas alturas, sería abandonarlos a su suerte. Pues a ver
quién va a ser capaz de sustituir a una autoridad tan
competente y tan entregada a su labor desde hace casi doce
años. De haber dimitido Vivas, como alcalde, seguramente que
habría habido una manifestación dolorosa. El hecho en sí,
unido a la lamentable situación económica que se está
viviendo, supondría un verdadero drama para la ciudad. Por
lo tanto, nada más leer la noticia, he sentido un alborozo
indescriptible. Satisfacción que me ha hecho gritar con
fuerza: ¡Vivas no se va, Vivas no se va, Vivas no se va!
¡Vivas es cojonudo, Vivas es cojonudo! Ahora, en cuanto ceda
mi emoción, me iré a la calle a celebrarlo. Y ya les contaré
mañana, a qué hora he regresado a mi casa y cómo he
festejado semejante buena nueva. Y es que ya era hora,
créanme, de recibir una noticia de tanta trascendencia para
el devenir de esta tierra. Aleluya. Albricias. Ya ha pasado
lo peor…
Jueves. 19
Leo la ‘Canela Fina’ que le dedica Luis María Anson a
Mariano Rajoy. La cual se refiere a la relación que
mantiene el presidente con los medios. En ella, el maestro
Anson escribe que el presidente del Gobierno “cree más bien
poco en los medios de comunicación” y que para él los
periodistas “no pasan de ser mamarracheros parlanchines”.
Luis María Anson no duda en denunciar el error que comete
Rajoy despreciando a los medios. Y le advierte: “Si no
establece una comunicación seria con los periódicos
impresos, hablados, audiovisuales, digitales y las redes
sociales, hasta las ranas del Retiro clamarán por su
dimisión”. “La gente está que brama”, añade. Aprovecho lo de
la ‘Canela Fina’ para decirles a quienes forman parte del
Gabinete de Comunicación del Ayuntamiento de Ceuta que vayan
con cuidado. Que no está el horno para bollos. Y que ellos,
es decir, los periodistas que forman parte del reseñado
gabinete han sido colocados a dedo. Y las colocaciones a
dedo, en los tiempos que corren, están expuestas a todo.
Sean, pues, profesionales y déjense de jugar al escondite
con los medios que no son de su agrado.
Viernes. 20
A quien pueda interesar: un joven nacido en España de padres
marroquíes lleva en sí dos pertenencias evidentes, y debería
asumir las dos. Y digo dos por simplificar, pues hay en su
personalidad muchos más componentes. Ya se trate de la
lengua, de las creencias, de la forma de vivir, de las
relaciones familiares o de los gustos artísticos o
culinarios, las influencias españolas, europeas,
occidentales se mezclan en él con otras bereberes,
africanas, musulmanas… Esa situación es para ese joven una
experiencia enriquecedora y fecunda si se siente libre para
vivirla en su plenitud, si se siente incitado a asumir a
toda su diversidad; por el contrario si cada vez que
confiesa ser español hay quienes lo miran como un traidor,
como un renegado incluso, y si cada vez que manifiesta lo
que le une a Marruecos, a su historia, su cultura y su
religión es blanco de la incomprensión, la desconfianza o la
hostilidad, llegará asentirse marginado. Ah, muy conveniente
sería que algunos periodistas aprendieran a distinguir las
diferencias existentes entre multiculturalidad e
interculturalidad. Por último: felicito a los musulmanes en
su fiesta.
Sábado. 21
Acudo a la piscina a darme el primer baño de la temporada.
Debido a mi costumbre de hacerlo, después de la festividad
de la Virgen del Carmen. Allí encuentro a los conocidos de
los últimos veranos. Y, entre baño y baño, nos cunde la
conversación. Hoy, tras haber escrito en la columna de la
contraportada acerca de que los sindicatos están exentos de
hacer públicas sus cuentas y los sueldos de sus dirigentes,
aunque reciban subvenciones estatales, se me ha preguntado
por parte de un contertulio de qué manera las centrales
sindicales, UGT y CCOO, controlan las cuentas. Y les he
dicho que pasan un examen anual por parte de las denominadas
comisiones de control técnico. Lo llamativo es que dichas
comisiones están compuestas por miembros del propio
sindicato, que elaboran un informe anual para después
elevarlos a los distintos órganos federales para su
posterior aprobación. Una particular estructura que hace
imposible que alguien fuera del sindicato pueda conocer las
cuentas de ambas centrales. Es decir, que es imposible
conocer a qué se destinan los dineros de las cuantiosas
subvenciones que les llegan provenientes de las arcas del
Estado. Semejante situación, como no podía ser de otra
forma, provoca desconfianza absoluta en sus dirigentes.
Precisamente, cuando los sindicatos son tan necesarios para
podernos enfrentar a quienes tratan de echar abajo el Estado
del Bienestar.
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